sábado, 28 de octubre de 2017

DIAS DE TEMPESTAD


DIAS DE TEMPESTAD
26-10-2017

En el gráfico del escrito del día 11 de septiembre pasado, está sobreimpreso “No importa que desierto cruces. Dios está contigo”. A continuación, me preguntaba ¿Por qué ahora no?

Después de unos meses un tanto descentrado para evitar caer en una casi pasiva monotonía vacía en apariencias, entonces me dije: “No quiero como hice en otras ocasiones marcarme metas o rumbos, que al final me condujeron a mantener o engordar mi ego. Deseo dejar mi libertad de elección en manos de la Providencia e ir haciendo lo que ella me vaya pidiendo, porque, no he de ser yo quien marque el rumbo de mis pasos, he de dejarme conducir sean cuales sean las situaciones que las circunstancias me marquen”.

El resultado no ha sido el deseado, he de reconocer que en el fondo de mis deseos no estaba instalada la vacuidad, no medí bien las circunstancias ya que, un cúmulo de circunstancias reconfiguró el transcurrir de mis días, desde final de mayo se complicó y se agravo la salud de mi esposa, al igual que mi hermano menor fue intervenido de cáncer de colon, una sobrina también lo fue de cáncer de mama (hasta el momento todo ha salido bien), solo resta conectar el colon con el ano y la restauración de la mama, ambas intervenciones serán realizadas dentro de unos tres a seis meses. Si faltaba algo el problema de Cataluña me afecta por dos cáusas, mi hijo que trabaja allí y como español no deseo que se salten a la torera el artículo dos de la Constitución Española.
He de reconocer que, todos estos acontecimientos me han desconcertado anímicamente apartándome de la oración silenciosa, en estos días no he conseguido que se produzca en mi interior ese silencio necesario para que, Él se pueda manifestar una vez que mi voz se haya sumergido en el mutismo, clave necesaria para encontrarnos “cara a cara” con el Dios Uno, Múltiple o Trinitario y personal.
En mi desasosiego de estos días, solo encontré esporádicos y breves momentos de consuelos pasajeros a semejanzas de sombras de nubes que pasan por el desierto que se desvanecen sin dejar rastro.

 Ahora solo queda dejarse llevar para que, la Luz aflore a través de todos y de cada uno de mis poros, vaciándome hasta de lo que aún me queda de mí, porque, quiero y deseo que el Espíritu Santo manifieste al Hijo de Dios a través de mis actos. Esto será posible en la medida que yo sea capaz de conseguir la vacuidad total de mi ego. Está más que descartado el éxito, aunque mi predisposición sea total, si no consigo recabar la ayuda divina, serán vanos todos mis esfuerzos, pero, creo y confió que Dios está en mí y yo en Él y que siempre me protege y ayuda. ¿Por qué ahora no? Creo y confió en mi Dios.

Por mucho que arrecie la tempestad externa o interna, he de confiar en Él, porque, a pesar de mis debilidades, el Señor está en mí y yo en Él, más …, puedo decir que el Señor es mi roca y mi baluarte. La fortaleza, valor y luz que en algún momento pudiese desprenderse de mí, es puro reflejo del Señor, ya que, la opacidad es parte de nuestra naturaleza homínida, toda luz que el ser humano pueda reflejar proviene del espíritu divino que habita y forma parte de la grandeza del hombre, siempre y cuando, seamos conscientes de nuestra realidad.

(1)
El cielo está oscuro, la tempestad se enfurece, las fuerzas del mal parecen haberse apoderado de cielo y tierra. La tempestad es símbolo y realidad de destrucción y confusión, de peligro y de muerte. El hombre teme a la tempestad y corre a protegerse cuando los rayos descargan. El hombre, desde su infancia personal e histórica, siempre ha tenido miedo a la oscuridad.
Y, sin embargo, tú me enseñas ahora, Señor, que la tempestad es tu trono. En ella avanzas, te presentas, dominas los cielos y la tierra que tú creaste. Tú eres el Señor de la tempestad. Tú estás presente en la oscuridad tanto como en la luz; tú reinas sobre las nubes como lo haces sobre el cielo azul. Te adoro como Señor de la naturaleza.
«La voz del Señor es potente, la voz del Señor es magnífica».
Después de reconocerte en las tormentas de la naturaleza, llego a reconocerte también en las tormentas de mi propia alma. Cuando mi cielo privado se oscurece, tiemblan mis horizontes y rayos de desesperación descargan sobre la soledad de mi corazón. Tú te acercas al alma tanto en el consuelo como en la tentación
Aún te siento ahora más cerca en la tempestad, Señor, que en la calma. Me acerco a ti más en mis horas negras, y me inclino ante tu majestad en el temporal que ruge por los campos de mi alma. 
«El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz».

(1) Este texto lo acojo como si fuese mío, corresponde a un comentario encontrado en las redes, desconozco su autor, pero creo que complementa lo antes expresado.