martes, 29 de septiembre de 2015

ESTE VERANO

Este verano
29-09-2015

Acabó el verano con unos temas muy especiales para mi, durante estos tres meses he roto temporalmente con mis interioridades siguiendo una corazonada, esto ocurrió durante la segunda quincena de Junio, comencé a hacer un comentario sobre “El Apocalipsis, bajo mi óptica personal”, comentario breve tal como lo presentí es esos momento, en ciertas ocasiones es muy parco en algunos comentarios, pero así salió, ahora se podría ampliar ciertos versículos pero así salieron y así los he dejado; como se dice el refranero español “a buen entendedor, con pocas palabras bastan”. 
Mientras escribía, veía cada vez mas claro que se podía hacer otra lectura, en este caso el Apocalipsis lo iba viendo como un mensaje propio para comenzar un camino apto para iniciados,  “El sendero de la iniciación”, esto fue a partir de la segunda quincena de Julio, para ello hube de utilizar ciertas formas y métodos utilizado por otras confesiones de corte oriental.
Una vez acabado este tema a mediado de Agosto, quise escribir y recopilar algo sobre la cruz, trabajo finalizado en Septiembre, lo he titulado “Nuestro camino es la cruz”; reconozco que son temas sobre los cuales se ha escrito mucho pero esta es mi pequeña y humilde aportación, de las cuales estoy satisfecho, podría haberlas hecho con más tiempo y darle un porte mas relevante, pero no me apetece seguir ya que estos temas requieren de mucho conocimiento, tiempo y esfuerzo, cosa que yo no dispongo.
Al tener otras tareas que realizar que son mucho más necesarias para mi espíritu que dedicarme a escribir, y por las que siento una mayor necesidad, por esta causa me falta paz y tranquilidad a mi alma para poder llevar a cabo una vida dedicada íntegramente a seguir las huellas de Cristo. Si me dedico a escribir aunque sean cosas relacionada con Él, pierdo mi atención interior que es mi mayor tesoro, temo que mi ego se robustezca más de lo que está, tengo necesidad de sosiego interior son muchos los ruidos que impiden mantener un equilibrio emocional y psíquico que te lleven a la luz interior que es la oscuridad luminosa.
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  • Nada me llena,
  • nada codicio,
  • nada me calma,
  • solo Dios sacia.


domingo, 13 de septiembre de 2015

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO

LOS ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO
¿Quiénes son los enemigos de la cruz de Cristo? Los enemigos de la cruz de Cristo son los enemigos de la salvación, porque la cruz es camino salvífico. Son aquellas personas cuyo fin es la perdición, porque su dios no es el Señor sino sus propios malos apetitos y deseos y hasta se enorgullecen de lo que debería darles vergüenza. 
Esto es lo que nos dice el Señor a través de San Pablo en la carta a los Filipenses, capítulo 3, versículos 17 al 21, que aclara más el misterio de la cruz: 
"Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a ustedes. Ya les he dicho muchas veces, y ahora se los repito con lágrimas, que hay muchos que están viviendo como enemigos de la cruz de Cristo y acabarán por ser destruidos. Su dios son sus propios apetitos, y sienten orgullo de lo que debería darles vergüenza. Sólo piensan en las cosas de este mundo. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y estamos esperando que del cielo venga el Salvador, el Señor Jesucristo, que cambiará nuestro cuerpo miserable para que sea como su propio cuerpo glorioso. Y lo hará por medio del poder que tiene para dominar todas las cosas." 
Los que solamente se preocupan por sus negocios, fincas, reses, cuentas de banco, carros, tractores o por cualquier otra cosa del mundo se hacen enemigos de la cruz de Cristo, aunque no roben, ni maten, ni cometan pecados de la carne. Su dios es el mundo y no el Señor. El amigo del Señor es el que lo pone siempre en primer lugar y cuya primera preocupación es la construcción de Su reino. ". . . den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Lc 20.25). 
Entonces, la finca, el ganado, el tractor y la cuenta de banco deben estar en segundo lugar. Es lógico, porque ¿quién se llevará una vaca o un tractor al juicio final? ¡No nos llevamos nada! Lo que es timbre de orgullo puede convertirse en motivo de vergüenza en el juicio final, cuando Dios le reclame que usted se preocupó más por sus vacas que por sus hijos. O por atender el ganado usted no asistía a misa el domingo. O usted prefería estar atendiendo sus negocios que rezar. Claro que tiene que atender su negocio porque como buen administrador debe ser responsable. Sin embargo, muchas veces olvida que el dueño de la finca, las vacas y de toda su vida es el Señor. Pero usted nunca se acuerda de hablar con El, de orar ni de rendirle homenaje como Dios y Rey. Usted se hace, así, enemigo de la cruz de Cristo y la cruz es su camino a la salvación. 
Usted dirá que nunca ha robado. ¿Cómo que no? Acaso no le roba a Dios el derecho de estar con usted o Su derecho a ser adorado porque usted nunca va a misa. Usted es un ladrón, porque le ha robado a su esposa el derecho de pasar más tiempo con usted y a sus hijos el derecho que ellos tienen de ser atendidos por usted. ¡Claro que es un ladrón! Si usted quiere ser del Señor, tiene que poner al mundo en su lugar. 
Es tan ridícula y absurda la forma en que se maneja la publicidad. Los anuncios que se ven en los medios de comunicación le aseguran que si usted se pone esa camisa, será una persona auténtica y feliz; si se pone esos zapatos, será brillante y elegante; si compra esa marca de carro, será la persona más realizada. ¡Tonterías! Usted será una persona realizada cuando se convierta a Cristo, se entregue al Señor y a Su causa y se desarrolle plenamente en el servicio de un mundo mejor. Se realizará en la medida en que deje atrás lo superfluo y se entregue a causas que sean auténticas. 
En el mundo vivimos engañados, porque creemos que con un par de cositas seremos mejores y dejamos a un lado a Dios, que es el único importante. 
En la carta de San Pablo a los Colosenses, capítulo 2, versículos 9 al 12, hay un texto precioso que nos iluminará más sobre el significado de la cruz, que es el único y verdadero camino para alcanzar la salvación. 
"Porque toda la plenitud de Dios se encuentra visiblemente en Cristo, y en El Dios los hace experimentar todo su poder pues Cristo es cabeza de todos los seres espirituales que tienen poder y autoridad. En El, también, ustedes han sido circuncidados, no con una circuncisión hecha por los hombres, sino por la circuncisión hecha por Dios al unirlos a Cristo y despojarlos de su naturaleza pecadora. Al ser bautizados, ustedes fueron sepultados con Cristo, y fueron también resucitados con El, porque creyeron en el poder de Dios, que lo resucitó." 



ASCÉTICA PARTE III





ASCÉTICA PARTE  III

En la celebración de la Eucaristía



En el signo del Pan y del Vino consagrados, Jesucristo resucitado y glorificado, “Luz para revelación de las naciones y gloria de tu pueblo Israel (cf. Lc 2, 32), manifiesta la continuidad de su Encarnación. Permanece vivo y verdadero en medio de nosotros para alimentar a los creyentes con su Cuerpo y con su Sangre.

Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida”. (Juan 6:55); “Estas cosas dijo en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaúm”. (Juan 6:59).

Otro de los momentos privilegiados en que el signo de la Cruz tiene particular significado es cuando los cristianos nos congregamos para celebrar la Eucaristía. Además de que la Cruz preside toda la celebración, en un lugar notorio—no hace falta que esté sobre el altar—, hay varios momentos en que de una manera u otra hacemos sobre nosotros mismos la señal de la Cruz: al principio de la Misa, al comenzar el Evangelio y al recibir la bendición final. 

Empezar la Eucaristía con la señal de la Cruz grande, es como un recuerdo simbólico del Bautismo: vamos a celebrar en cuanto que todos somos bautizados, pertenecemos al Pueblo de los seguidores de Cristo, el Pueblo consagrado como comunidad sacerdotal por los sacramentos de la iniciación cristiana. Todo lo que vamos a hacer, escuchar, cantar y ofrecer, se debe a que en el Bautismo nos marcaron con la señal de nuestra pertenencia a Cristo. Además la Eucaristía apunta precisamente a la Cruz: es memorial de la Muerte salvadora de Cristo y quiere hacernos participar de toda la fuerza que de esa Cruz emana, también para que sepamos ofrecernos a nosotros mismos—la Cruz, hecha nuestra—en la vida de cada día. 

En el caso de esta señal de la Cruz que hacemos al principio de la Eucaristía se añade todavía otro matiz interesante: la hacemos "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Unimos, por tanto, el símbolo de la Cruz de Cristo con el Nombre santo del Dios Trino.

La Cruz de Cristo y el Dios Trino están íntimamente relacionados: el Cristo que murió en la Cruz es el Hijo de Dios, y es el que nos dio su Espíritu. Cuando fuimos bautizados, lo fuimos también en este santo Nombre de Dios Trino. Cuando se nos perdonan los pecados, o celebramos los demás sacramentos, invocamos o se invoca sobre nosotros el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y, además, trazando a la vez la señal de la Cruz de Cristo en todos los casos. Por tanto, empezar conscientemente la Eucaristía con este doble recuerdo del Bautismo—la Cruz y el nombre de la Trinidad—es dar a nuestra celebración su verdadera razón de ser. 

También hacemos la señal de la Cruz, esta vez en su forma de triple cruz, sobre la frente, boca y pecho, al empezar el Evangelio. En rigor el Misal (IGMR 95) parece indicarlo sólo del lector—diácono o sacerdote—, pero es costumbre que toda la comunidad se santigüe en este momento. El sentido es bastante claro: queremos expresar nuestra acogida a la Palabra que se va a proclamar. Queremos hacer como una profesión de fe: la Palabra que escucharemos es la de Cristo; más aún, es el mismo Cristo, y queremos que tome posesión de nosotros, que nos bendiga totalmente, a toda nuestra persona (pensamientos, palabras, sentimientos, obras). Es como si dijéramos: "atención, en este momento nos va a hablar Cristo Jesús, nuestro Señor, al que pertenecemos desde el Bautismo: su Palabra es en verdad salvadora y eficaz, y quiere penetrar hasta el fondo de nuestro ser". Este es también el motivo por el cual, en el rezo de la Liturgia de las Horas, nos santiguamos al empezar los cánticos evangélicos, el Magníficat, el Benedictus y el Nunc dimittis: no tanto porque sean cánticos, sino porque son Evangelio (la única proclamación—cantada, además—del Evangelio en la Liturgia de las Horas). 

Sobre la señal de la Cruz que nos hacemos cuando el presidente nos bendice para concluir la celebración, cfr. la reflexión de R. Grández, La bendición final de los actos litúrgicos: Oración de las Horas 7-8 (1980) 181-184. 



Sigue diciendo San Pablo en los versículos 13 al 15:
"Ustedes, en otro tiempo, estaban muertos espiritualmente a causa de sus pecados y por no haberse despojado de su naturaleza pecadora; pero ahora Dios les ha dado vida juntamente con Cristo en quien nos ha perdonado todos los pecados. Dios canceló la deuda que había contra nosotros y que nos obligaba. Lo eliminó clavándolo en la cruz. Dios despojó de su poder a los seres espirituales que tienen potencia y autoridad, y por medio de Cristo los humilló públicamente llevándolos como prisioneros en su desfile victorioso."
Cristo Jesús anuló el documento de la deuda que usted adquirió desde que Adán y Eva pecaron y Caín mató a Abel y que era impagable. Con todos los pecados atroces que ha cometido la humanidad, existía una deuda por la que usted y yo estábamos destinados a la muerte eterna. Cristo pagó la deuda del pecado del mundo con su muerte en la cruz.
 No se asombre cuando el sacerdote, después de hacer usted su confesión de todos los pecados que cometió, nada más le pone como penitencia tres Ave Marías. ¡Ni 300 ni 3 millones de Ave Marías, ni 200,000 Padre Nuestros, nada de lo que usted haga por sí mismo podrá pagar la deuda del pecado cometido! La deuda la pagó Cristo muriendo y derramando Su sangre en la cruz por usted. La penitencia es un símbolo con el que, en alguna forma pequeñísima, usted se suma y completa la pasión de Cristo. Pero el que pagó la deuda de nuestro pecado fue el Señor Jesús con Su muerte en cruz. Por eso, la cruz es camino salvífico. 
Usted solamente podrá asumir plenamente toda esa bendición si sube al calvario y se deja clavar en la cruz. ¿No cree usted que mantener la fidelidad y el amor matrimonial es clavarse en una cruz. ¿No es vivir crucificada la madre auténtica que entrega toda su vida al servicio de sus hijos? ¿No vive clavado en una cruz el empresario honesto o el campesino serio y trabajador que no roba a nadie?
 Lo más fácil y divertido es ser ladrón y tramposo, consiguiendo dinero mal habido. Ser contrabandista o narcotraficante produce ganancias y la plata llega rápido. Eso parece bueno, pero qué maldición se adquiere con ese dinero que cuesta la vida de otros, como sucede con los que trafican drogas. 
Pero clavarse en la cruz de la honestidad, ser un trabajador serio, que se gana cada centavo con el sudor de su frente, sin quitarle nada a nadie, es subir al monte calvario. Ser fiel en el matrimonio por amor y no andar con otras mujeres u otros hombres es dejarse clavar en la cruz del calvario. Ser fiel no es fácil; cuesta. Pero el que lo hace demuestra que ama y el amor lleva a la persona a la perfección. 
La madre soltera que cuida a sus hijos pasando toda clase de sacrificios, los cría bien y no los abandona es una mujer que sube al monte calvario, se deja clavar en la cruz del amor por sus hijos y se hace santa. Eso es ser cristiano--mantenerse clavado en la cruz y no querer escaparse de las cruces para vivir una vida irresponsable. Como es el caso de esos hombres que hacen hijos en diferentes partes y nunca los atienden. No aceptan la cruz del compromiso y de adquirir la responsabilidad de un buen padre con sus hijos. 
¡Cuidado, porque los que no quieren cargar sus cruces se pueden condenar! La cruz es camino salvífico y solamente aquellos que humildemente suben al monte calvario y se dejan crucificar por amor serán salvados por el Señor. Que tengan cuidado aquellos que huyen de las cruces y prefieren vivir su vida cómoda, tranquila, sin preocupaciones y viviendo del cuento. Los que no quieren adquirir compromisos en la vida se están jugando la salvación, porque la cruz es camino salvífico.