domingo, 14 de julio de 2019

PARA ENCONTRARSE HAY QUE PERDERSE




Para encontrarse hay que perderse
14-07-2019

Pasajero del tiempo soy, de un tiempo que no existe, caminante de un camino indefinido, historia forjada de un ayer convertido en sueños de un mañana que solo son deseos volátiles e incierto, que tampoco existen. Solo sé que, el pasajero que en mi camina transita abstraído por ilusiones engañosas de un presente vivido en una ignorancia distraída y amorfa por la inercia de la supremacía de nuestros “yoes”.

Vivimos en la más absoluta oscuridad en relación con la verdad, nos hemos convertidos en adoradores egocéntricos, idólatras al más puro estilo Neandertal. Adoramos todos los signos externos y sucedáneos creados por la mano del hombre, y dejamos a un lado lo auténtico y original. Hace tiempo que perdimos el norte, estamos perdidos, es el momento de rectificar.

Hace unos días, vi en TV al cantante Pablo Alborán entrevistado por Bertín Osborne, Pablo en un momento le dijo a Bertín que: “Para encontrarse hay que perderse”, frase que viene como anillo al dedo en estos momentos: “Hace tiempo que perdimos el norte, estamos perdidos, es el momento de rectificar”.

Como el pasado es historia que se convierte en sueño, y los sueños, sueños son. Historia sobre la cual no podemos rectificar ni hacer nada, por eso, es un sueño y no una realidad que pertenece a un pasado el cual tampoco existe. El futuro tampoco existe, y en caso de existir seria o es imprevisible, también pertenece al mundo de los sueños.

¿Qué es lo real?, es el ETERNO PRESENTE, es la sucesión de momentos en los cuales creamos la historia o vivimos la realidad, segundo a segundo, esa es la realidad del “aquí” y “ahora”. Por eso, la vida real es una sucesión de momentos o de segundos que “crean la historia de nuestro peregrinar”.


En términos generales, estamos perdidos, nuestra sociedad ha perdido todos los principios ya sean morales o religiosos, hasta los principios de derechos natural, esta es una de las causas por las cuales esta sociedad y nosotros mismos estamos como perdidos y hemos de reaccionar para encontrarnos indagando cada cual en lo más profundo de nuestros corazones, en nuestro interior es el único sitio donde nos podemos encontrar con la realidad que no es ni más ni menos que nuestro ser íntimo, o parte del Ser del cual todo procede.

Para empezar, oremos y meditemos para que nuestro Padre nos de la gracia para que nos encontremos, Él escucha nuestras súplicas y es conocedor de todo lo que pensamos o sentimos, pero hemos de hacerlo con humildad y reconociendo que sin su ayuda nada podemos hacer, pidamos y agradezcamos a Dios cada día y cada instante (a ser posible) sin distracción para poder ver y aceptar su santa voluntad.

Empecemos apoyándonos en oraciones como por ejemplo en el Salmo 42 y pensando en nuestra realidad de hoy, es nuestra alma o ser intimo el que clama:

Hazme justicia, oh Dios, 
defiende mi causa contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.
En mi caso, ese hombre traidor y malvado es mi propio ego. No tenemos que buscar fuera al enemigo, el enemigo está en casa, dentro de nosotros mismos. 

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?,
¿por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
¿Por qué me rechaza .....? es nuestra débil fe la que nos hace sentirnos desprotegidos o abandonados, con frecuencia olvidamos que Dios está dentro y fuera de nosotros, Él está en nosotros y nosotros dentro de Él.

Envía tu luz y tu verdad:  
que ellas me guíen
 y me conduzcan 
hasta tu monte santo, 
hasta tu morada.
Desvélanos el conocimiento de Tu verdad, y condúceme a tu morada o Monte Santo que es, la Jerusalén Celestial que está también dentro de nuestra mente y de nuestro corazón, dame la luz para alcanzar el conocimiento de que Tú vives en mí y yo en Ti.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío.
Quiero darte gracias al son de los latidos de mi corazón, y en Tu presencia alabarte con todo el amor y alegría para ver tu rostro en nuestros hermanos indistintamente a su condición, para que todos reconozcamos que somos uno en Ti.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
¡Señor! Aumenta mi fe para sentirme y sentirte en mí, para no dar lugar a la turbación, para que yo no me sienta perdido sin Ti.

Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
“Salud de mi rostro, Dios mío”
¡Dios mío! Espero encontrarme en Ti para alabándote, porque, Tú eres la salud de mi rostro y la causa de mi existir.