domingo, 20 de enero de 2019

MARUCHI





Maruchi
20-01-2019

Por fin, hoy día 20 de enero de este recién estrenado año 2019, me he decidido reflejar unas notas más en los escritos para mis recuerdos. Acabé el 2018 con dos resúmenes para mis recordaciones: con espíritu peregrino y el regreso de los peregrinos, todos mis escritos me sirven para releer y recordar porque, pasa el tiempo y cada vez la memoria es más débil, y si algún día llegase ese momento, almenos poder releer y así poder avivar la llama de la fe para que esta no se apague.

Cada una de estas notas son resúmenes de momentos vividos o por vivir, el que toca exponer hoy es muy importante para mi, dada las circunstancias de unos acontecimientos de muy difícil explicación por muy breve o extensa que pueda ser su exposición, seré lo más breve y concreto posible:

En homenaje a mi hermana Consolación o “Maruchi” como le llamamos. Esto viene a mención por qué le llamamos así: mi abuelo José María, tras haberle nacido tres hijos varones, le pareció maravilloso y lo regó con abundante vino ya que, su cuarto hijo fue una niña, tanto que: cuando la partera se lo comunicó no se lo creyó hasta que se puso sus gafas y vio que efectivamente era una hermosa niña con todas sus cosas bien puestas, entonces le pusieron Consolación aunque él siempre la llamó por “mi Burujilla, mi Marujilla y finalmente “Maruja” ya que su mujer (mi abuela materna) procedía de Utrera cuya patrona es la virgen de Consolación aunque ella se llamase Caridad.

Todos estos sobrenombres no acabaron aquí, porque, mi hermana Maruchi su primer hijo fue una niña y a partir de este momento es cuando comienza una lucha feroz por la supervivencia de esta pequeñita ya que nació con “fibrosis quística”, enfermedad que hasta hoy no suelen superar, antes o después fallecen, y Coni fue a sus 27 años de vida y 18 meses de casada.


Coni
También le bautizaron como Consolación, pero le llamaron Coni.

Los que tenemos hijos ya sean varones o hembras, sabemos cuánto duele todo lo que a ellos les pasen. Maruchi ha sido durante toda su vida una mártir, el matrimonio, ambos lucharon para conseguir la cura de su hijita, aunque a mí no me toca como fue la lucha de cada cual, el juzgar como fue, eso le corresponde solo a Dios.

Hasta su fallecimiento el pasado día 15 a la edad de 73 años. Ella ha sufrido tanto que cuatro días antes, el día 11 su corazón le dio un aviso. El día 12 hable con ella, le dije que según me había contado ella, me daba la impresión de que era algo de corazón, aconsejándole que fuese al hospital de alta resolución del Guadalhorce ya que está entre 5 y 10 km de su casa, me contó que en el Centro Medico le habían hecho tres electro y que solo tenia arritmia y que ya se encontraba mejor. Le noté que su estado de animo estaba muy bajo y estaba cansada de vivir, no tenia gana de hacer nada ya que sus problemas matrimoniales le sobrepasaban.

Cayó fulminante en medio de la calle cuando intentó cruzarla para entrar en su casa que está a solo 3 metros, todos los intentos de reanimación fueron inútiles, y para destrozarla más, aunque ya no importaba (porque ya había dejado de sufrir) le hicieron la autopsia, el forense no entregó su cuerpo a la familia hasta las 13:30 del siguiente día. Ahora descansa sus cenizas junto a los restos de su hija Coni. He contado todo esto ya que como hermano no soy “inconmovible”. Ella era la que me seguía (cuarta) en orden de nacimiento, los cinco que quedamos, todos estamos muy doloridos y la añoramos.

Todo lo expresado hasta el momento, es necesario para entender cómo ha sido mi reacción en este suceso tan trágico. Desde un punto de vista, todo es muy doloroso, pero yo, “en este caso”, no he sentido el más mínimo pesar y si el consuelo de saber y entender que, esa era la voluntad de Dios y así la he aceptado, he sentido mucha paz, y, he dado muchas gracias por haberle dado una muerte tan rápida, creo que el Señor ha creído que ya no necesitaba sufrir más, tanto que, no he tenido dolor alguno por su pérdida, la paz que he sentido me ha impedido derramar ni una sola gota de lágrima, tal es el gozo que he sentido al entender que ella ha pasado a mejor vida.

Puede parecer inhumano mi forma de sentir y proceder, pero, el Señor me ha gratificado con esta paz, dándome a entender que, la ha recogido con todo su amor paterno y misericordioso, me consuela saber que es su voluntad, y, quién soy yo para oponerme dándome a un llanto y sentimiento, que son normales, pero, si el lo ha hecho así, ¿Quién soy yo para no alegrarme? Sí, Él ha querido que yo participe así en el amor y en la paz porque, lo he sentido y vivido junto a Él.

Jamás hubiese pensado que, ante un hecho como éste, que yo haya estado cuarenta y ocho horas repleto de paz y amor a Dios y a mi hermana Maruchi. Esto no quiere decir que mis sentimientos se hayan atrofiado, no, creo que la única razón para comprender un comportamiento así es, haberla vivido como, si yo estuviese allí para recibirla en su nueva vida, dónde, todo es luz, paz y amor. Ahora entiendo que aquí solo somos seres semejantes a Dios, aunque, por lo general, no somos conscientes de esta realidad. Una vez desencarnamos, la luz y la comprensión nos hará ser hijos de Dios, y esta es la razón de mi alegría, he visto en mi hermana la grandeza de pasar desde este lugar de purificación al lugar donde seremos mayor o menor, según nuestros actos en esta tierra.

Quedemos con qué, ¿la muerte es liberación?, y, si somos liberados por la muerte, ¿a qué afligirnos? En estos casos, la muerte nos conduce a la luz, alegremos nos, Dios es Luz y Amor, aceptémosla con la esperanza de culminar el camino el cual nos fue asignado en el día de nuestro nacimiento.