Muero porque
no muero
07-08-2016
Somos seres espirituales encarnados por tanto, hemos
perdido el sentido de nuestras vidas como verdaderos seres humanos. Esta vida
es como una rosa, a pesar de tener
espinas, su grandeza está en dar a conocer y experimentar a los demás su
belleza y fragancia. La vida es corta, hemos de aprovechar el tiempo para
exponerla lo máximo posible dándonos a los demás para que, puedan contagiarse
de su fragancia y belleza.
Sin embargo, tomamos la vida como un castigo, nos
lamentamos constantemente amargando nuestra existencia, nos llenamos de ambición,
odio, rencor y solo pensamos en complacer nuestros ombligos. Llenos de ambición
de poder, de poseer riquezas, con ojos que rebozan odios e ira hacia los demás.
Así nos va todo cuanto nos rodea o, todo cuanto tocamos con estas manos creadas
para ayudar y hacer el bien y no para autodestruirnos, ya que todo cuanto
hagamos a los demás nos lo hacemos a nosotros mismos.
Nuestra finalidad es ser semejante a nuestro Creador,
Él creó todo cuanto existe pensando en su ser semejante y amado que somos
nosotros; el Verbo se encarnó y habitó entre nosotros, y nos dio a conocer al
Padre, pues Cristo dijo a Felipe: “Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre”.
¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? (Jun.
14,9) ….. ¿No crees que yo estoy en el
Padre, y el Padre en mí? (Jun. 14,10)”.
Lo verdaderamente importante es que Cristo nos enseñó
el camino para poder ser también llamados hijos de Dios y coherederos de su
gloria. Cristo vivió haciendo la voluntad del Padre, Él quiere que le imitemos
dando vida en nuestros cuerpos a su Espíritu Redentor. Viviendo la comunión de
los santos, amando y perdonando como Él nos ama, pues Él nos amó hasta el
extremo de dar su vida por nuestra salvación. Con su resurrección nos enseñó
que después de esta vida existe otra vida más real que ésta, aquí somos un
espíritu que da vida temporal a un cuerpo corrupto ya que la muerte es solo del
cuerpo pues, la vida de nuestro espíritu seguirá eternamente junto a la de
nuestro Padre Dios, siempre que imitemos a Cristo.
Si
le damos vida al espíritu de Dios en nosotros, Él morará en nosotros y nosotros
moraremos en Él de una forma real y consciente. De lo contrario no seremos
consciente aunque, de todas formas el espíritu divino mora en nosotros como en
todo ser creado, su sabiduría y poder se manifiesta en la belleza y complejidad
de cada uno de los elementos creados ya pertenezcan al microcosmos o al macrocosmos.
Aunque Dios se manifiesta en todo el universo creado no quiere decir que el
universo es Dios, él trasciende todo cuanto existe ya sea visible como
invisible. Lo más acertado posible es que Él “ES”, y trasciende a toda cosa,
conocimiento o expresión, Su nombre es impronunciable. En Éxodo 3,14 Dios dijo a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: "YO SOY me ha enviado a vosotros."
¿Por qué tenemos tanto miedo a la muerte de nuestros
cuerpos?, porque no creemos o no somos conscientes de que somos el espíritu
inmortal emanado del espíritu del Nuestro Padre Divino que vive en nuestros
cuerpos, solo creemos en el ego que emana de nuestra mente material y animal
que, domina y trata de eclipsar la existencia de nuestro verdadero ser que es
nuestro espíritu inmortal, él es quien da vida a nuestro cuerpo mortal, por eso
nuestra mente material intenta por todos los medios no pensar en su fin que es
la separación o liberación del espíritu ya que al abandonar este deja de vivir
el cuerpo y se descompone para volver a ser materia inerte disolviéndose en la
misma materia, (Génesis 3:19
“polvo eres y en polvo te convertirás)”.
Cuando el hombre es totalmente consciente de la
inmortalidad de su alma o espíritu, en la postrimería de su vida anhela el
regreso porque es consciente de que su labor en este mundo ha acabado y desea
amorosamente unirse al Amor del cual procede. Santa Teresa de Jesús decía:
¡Ay,
qué larga es esta vida!
¡Qué
duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
En esta situación, no solo es la muerte deseada, sino
también amada.
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