¡Quién soy yo!
18-11-2017
Como decía mi padre, “...líbreme Dios de prejuzgar y mucho menos, con falsos
testimonios”, .... en la difamación, jamás se podrán restituir los daños
ocasionados. Huir de la difamación.
Hoy
en día que fácilmente se suele hacer y, abusar
de estos actos, ejemplos los tenemos casi a diario, solo hay que zapear entre
canales para encontrar fácilmente programas de tv, entre ellos, los llamados
prensa amarilla o del corazón. No solo se vierten intimidades de
personajes (llamados) públicos, sino
que a veces, entre los mismos colaboradores de estos programas se destrozan sin
piedad. Es la carnaza lo que parece interesar a los televidentes, y para ello,
vale todo. ¿qué pena de sociedad?
La
historia nos demuestra que los grandes imperios sucumbieron bajo el peso de la
difamación y de la corrupción. Nuestra sociedad está
plagada de actos y hechos corruptos, no están exentos: gobiernos, sociedad
civil o religiosa, incluida nuestra querida iglesia católica ¿Cuántos escándalos? ..., ¿qué estamos haciendo para remediarlos dentro
de nuestras posibilidades?
Parece
ser que, hoy en día todo es lícito, hemos
caídos en una relatividad casi absoluta, todo está permitido, ¡eso sí!, lo
viejo, lo añejo no nos vale, los valores naturales y tradicionales están
caducos, no nos sirven ni nos pertenecen, son reliquias del pasado. La sociedad
que se olvida de su historia, está
condenada a repetirla.
Y ¡Quien soy yo! Para juzgar a nada ni
a nadie.
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