domingo, 13 de septiembre de 2015

REINO DE DIOS

REINO DE DIOS

1.     Antiguo Testamento. 2. Judaísmo temprano. 3. Nuevo Testamento

1.     ANTIGUO TESTAMENTO

Las formaciones abstractas para designar el reino, el reinado y la realeza de Dios ([malküt] realeza, poder del rey: Sal 103,19; [malükä], dominio real: Sal 22,29; [mamlälä], reino: 1 Cró 29,11;[maemsälä] dominio, reino: Sal114,2) no aparecen en el Antiguo Testamento hasta fechas relativamente tardías. Aquí, los conceptos dominio o de reino se entienden funcionalmente como el poder ejercido de hecho, mientras que la realeza se refiere a la institución coordinada con aquel poder. Aunque en el terreno histórico la concepción de realeza de Yahveh no aparece testificada en la época preestatal, está fuera de toda duda que la idea del reino y del reinado ha tenido des­de los orígenes, en razón de su conexión esencial con Yahveh y con su revelación historicosalvifica, una significación central para Israel. Un elemento característico para la concepción del reino y del reinado de Dios en el Israel preestatal es la fe, que se encuentra ya en la religión de los patriarcas, en un Dios Padre trascendente y personal que se revela en el mundo a los que el ha elegido, los congrega, como hermanos y hermanas, de manera análoga a la solidaridad que él practica con los hombres, los defiende contra los ataques y se descubre a ellos, en la intrahistoria, en el campo de tensión de promesa y cumplimiento (descendencia y tierra), como quien camina junto a ellos y está presente aquí para ellos (Gn 12-50). También durante la etapa de asentamiento de Israel en Canaán, cuando la asociación tribal era sociedad segmentada sin una instancia central que ejerciera el domino político, la idea del reino y del reinado de Dios marcó con su sello la fe del pueblo, tal como testifican la reclamación de exclusividad de .Yahveh frente a los dioses extranjeros y sus adoradores, las celebraciones de las fiestas principales en el santuario y el solemne festejo del día séptimo (Ex 34,10-26), así como las acciones libertadoras de Yahveh, entendidas como demostraciones de su justicia (Jue 5,11). El establecimiento de la monarquía de David en Jerusalén y la centralización del culto de Yahveh en el tem­plo de Sión introdujeron una nueva concepción de la fe en el reino, el dominio y la realeza de Dios. El domino universal madurado en el curso de los enfrentamientos con la concepción paleooriental de la realeza transmitida a través de Canaán, ejercido a modo de un consejo del trono celeste y asegurado en virtud de la victoria sobre el Caos frente a catástrofes cósmicas, como función arquetípica para todas y cada una de las realezas terrestres, dio origen una nueva concepción de la fe que interpretaba ahora La supremacía de Yahveh  en el sentido de su superioridad absoluta sobre todos los dioses y todos los seres divinos, asentado en su trono muy por encima de los torrentes del Caos y como señor todopoderoso que impera sobre el universo en la creación y en la historia (Sal 93; 95-99), que tiene en Sión el lugar de la presencia de su revelación (Sal 46-48) y en David a su representante en la tierra (Sal 89). En oposición a la perversión del ideal teocrático introducida en Israel, y con la critica a la falta de voluntad y a la incapacidad del pueblo, apartado de Yahveh, de dar respuesta satisfactoria a la reclamación ética del reino y de la realeza de Dios, la profecía preexílica anunciaba que la realeza de Yahveh manifestada en Sión se transformaría en castigo (Is 6,1-11) y que todas las demasías contra la divinidad perpetrada en  Israel (Am 8,2; Ez 7,2) y en el mundo de los pueblos (Is 10,5-15) tocarían a su fin. Tras el hundimiento de la monarquía davídica y en conexión con el conocimiento revelado de la conversión en el castigo y de la salvación de un Resto, la profecía postexílica transformaba la concepción tradicional del reino y de la realeza de Yahveh y la situaba en una perspectiva escatológica. A partir de ahora, y empalmando con el nuevo éxodo del exilio como testimonio de la realeza de Yahveh (Is 41,21; 43,15; 44,6), Israel se encamina de nuevo hacia Sión (Is 52,7), donde al final de los días -Yahveh, como salvador de su pueblo (Is 33,17.22) y rey de la creación entera (Is 24,23) revelará, tras el sometimiento de sus enemigos (Zac 14,9) y la aniquilación de la muerte (Is 25,8) un reino universal de paz para todo el orbe (Is 2,2ss.), con un nuevo David (Is 11,1-9). La apocalíptica introdujo, a continuación, mayor calado teológico en esta concepción de la fe al trazar, por un lado, una estricta línea de separación entre el reino de Dios manifestado en Israel y el dominio histórico de los imperios paganos y al establecer, por otro lado, en virtud del enfrente metahistòrico, una estrecha vinculación con este reino (Dn 2,31-45; ya sea porque Dios dirige (Dn 2,21) y pone a su servicio a los poderes políticos (Dn.1,1 s.) o por la oposición del Antiyahveh (Dn. 7,23-27; 8,9-12). El camino de Israel bajo el reinado de Yahveh se convierte en el lugar de la acreditación de la fe y de la salvación (Dn 3 y 6), anterior al reino y al reinado eterno que Dios entregar, al Hijo del hombre como representante de Dios (Dn 7,13s.) que liberado de cualquier otro poder (Dn 7,11), abarca la creación entera, transformada en nuevo cielo y nueva tierra (Is 65,17).

Bibliografía: M. BuBER, <Konigtum Gottes,), en Obras completas, vol. 2. M 1964, págs. 485-723; J . COPPENS, La royauté  <Le regne> Le royaume de Dieu, Cadre de la releve apocalyptique, Lv 1979; TRE 15, págs. 176-189 (bibliografía) (E. ZENGER); E. Lipinski, La royautei de Yahwe dam la poesie et le culte de l'ancien        Israel, B1 21968; E. HAAG, <Gottes Herrschaft und Reich irn AT>, IKaZ 15 (1986), págs. 97-109.
Ernst Haag

Diccionario Enciclopédico de Exégesis y Teología Bíblica

2.           JUDAISMO TEMPRANO

El concepto de reino a respectivamente de reinado y de realeza de Dios es una formación abstracta surgida en el judaísmo temprano que tiene como base el enunciado veterotestamentario verbal <Dios es rey>. Esa concepción se orienta, en primer lugar, a un reino de Dios permanente o actual (casi siempre imaginado como universal): Jdt 9,12; Dn 3,33 (100); 4,31; 6,27s.; Henet 9,4s.; 12,3; 25; 27,3; 63,4; 81,3; 84,2-6 y otros; cf. SalSa 5,18s.; Sab 10,1.0). Alcanzó singular importancia en la etapa del judaísmo temprano la dimensión escatológica. La esperanza, virulenta desde el exilio, de que Dios, para demostrar su unicidad (Deuteroisaías; Zac 14,9) liberaría a Israel de la es­clavitud de los pueblos y establecería en Sión su reino (sobre todo el mundo: Is 52,7-10; 24,21ss.: 25,6ss.) asumió en el s. II a.C., bajo la presión del dominio extranjero helenista (sobre todo bajo Antíoco IV).

Contornos apocalípticos. En Lugar de un giro salvífico intrahistórico, se esperaba una historia nuevamente puesta en marcha por Dios cuya salvación no está ahora garantizada por medio de un regente humano sino por Dios mismo (Dn. 2,34s.44s.; cf. la visión de las bestias y el Apocalipsis de las diez semanas de Hertet; para Egipto: Sib III, 767-784). .En perspectiva metahistórica, este reino y este reinado de Dios aparecen enfrentados al dominio de Satanás de Belial o (en conexión con la idea de los Ángeles de los pueblos) entregados a su adversario Miguel el Hijo del hombre (Dn 7,13s.; 1QM. XVII, 5ss.; cf. Melquisedec (11Q 13 II) o Miguel y Melquiresa (4Q 544.280). En perspectiva terrena tiene su correspondencia en el dominio de Israel o respectivamente del colectivo de los elegidos (Dn 7,18.27; 1QM XII, 15s.; XVII, 7s.). En contaminación con la espera del Mesías, se llegó a la concepción de un reino mesiánico antes del nuevo eón (4 Esd 7,26-31; 12,31-34) o de un reino eterno del Mesías (Barsi 39,7; 40,1ss.; 72-74). No tiene nada de casual que la esperanza de un reinado al final de los tiempos se tomara particularmente aguda en épocas calamitosas: después de los macabeos, de nuevo con el inicio del dominio romano (SalSa 17 <en conexión con la espera de un reino davídico>), después de la creación de la provincia romana de Judea (Jesús; AsuMo 10,1-10; TestDan 5,10-13; cf. Sib III, 46-62) y tras la destrucción del templo (4 Esd; Barsi; Dieciocho oraciones 11). Es difícil  determinar, dado el estado de las fuentes, el papel desempeñado por los movimientos militantes (macabeos, zelotas) en el concepto del reino y el reinado de Dios, pero es clara, en todo caso, su conexión objetiva con el movimiento del primer mandamiento.

3.- NUEVO TESTAMENTO

a) Evangelios sinópticos. Donde con mayor frecuencia aparece la expresión reino de Dios (Mt) es en los evangelios sinópticos, donde con este con­cepto se expresa el contenido central del anuncio de Jesús. Prolongando la tradición profética exilica/postexilica, Jesús emplea este término en un sentido exclusivamente escatológico. En cuanto bien apocalíptico, la implantación de este reino cae bajo la competencia única. de Dios (Mc 4,26-29; Lc 17,21). El hombre solo puede suplicar su venida (Lc 11,2 par.). La precedente conexión establecida en la historia de la tradición entre el reino de Dios e Israel encuentra su sedimentación en el hecho de que Jesús se dirige en primer termino a este pueblo (Mc 10,5s.). La situación de juicio y castigo que Jesús, igual que Juan Bautista, da por supuesta (Mt 3,7-12 par.; Lc 13,3.5) de acuerdo con la tradición deuteronomista (cf. Dn 9,3-19; Bar 1,15-2,10; Henet 93,8s, y otros) queda disuelta mediante la proclamación de la salvación escatológica en favor de Israel. Esto acontece en la bienaventuranza dirigida a los <pobres>, a quienes se les promete el reino de Dios (Lc 6,20s. par.), o en el enunciado de la cercanía del reino de Dios (Mc 1,15; Lc 10,9 par.). Condición previa para ello es que Satanás (coma adversario y acusador de Israel) ha sido arrojado del cielo (Lc 10,18). Puede, pues, instalarse ya ahora -por la acción eficaz de Jesús- el reino de Dios en la tierra (Lc 11,20 par.; 10,23s. par.; 19,23 par.; 7,22s, par.: 1.1,31s. par.; Mc 2,19a; 3,27). Jesús se propone introducir a sus oyentes, sobre todo a través de las parábolas, en el acontecimiento que convertirá un suceso al principio insignificante en la grandiosa realidad del reino de Dios (Mc 4,3-9.30ss. par.; Mt 13,44.45s.; Lc 15 y otros). El reino de Dios es, por un lado, un don que debe ser aceptado (Mc 10,15 par.) pero que, por otro lado, pide una decisión radi­cal (Mc 9,43.45-47; Mt 11,12s, par.; especialmente en el caso de los discípulos: Mt 8,21s. par.; Mc 1,16-20). Incluso enfrentado a la muerte, se atiene Jesús con firmeza a la validez de su mensaje del reino de Dios (Mc 14,25 par.). La resurrección de Jesús no solo confirma su mensaje sino que aporta ya una primera realización de su contenido escatológico, que hasta entonces solo estaba simbólicamente constituido (en las palabras y los hechos de Jesús). Todo elle conduce a una intensificación de la espera próxima (dada por supuesta, de una manera mas bien arrefleja, por Jesús), que a continuación se convierte en tema expreso y explicito (Mt 10,23; Mc 9,1). En el evangelio de Marcos (1.3,30), esta espera se inserta en la fe en la presencia del reino de Dios en las actividades de Jesús y en la proclamación misional de la Iglesia (8,35; 10,29; 13,10; 14,9). Así acontece también, y con mayor fuerza aún, en el evangelio de Lucas y en lo Hechos (Lc 4,16-30; 10,9.11.; 11,20; 17,20s.; Hch 1,3; 8,12; 19,8), donde el contenido intentado encuentra su expresión adecuada en el discurso sobre la <proclamación del reino de Dios> (Lc 4,43; 8,1; 9,2.1.1.60; 16,16; Hch 8,12; 19,8; 20,25; 28,23,31). El evangelio de Mateo hace coincidir la ley y la gracia cuando el Sermón del monte las identifica con el <evangelio del reino> (4,23; cf, 9,35; 24,24) y pone corno condición para <entrar en el reino de los cielos> la practica de una <justicia> superior (5,20; 6,10.33; 18,3; 19,23s) o la herencia escatológica de la que están excluidos los pecadores (Cor 6,9s,; Gal 5,21; cf. Ef 5,5) que tienen participación los <pobres>. (Sant 2,5). En 1 Cor 4,20;15,50;Rom 14,17 se destaca su discontinuidad respecto de las normas y las situaciones de este mundo.


c) Reino de Dios y reino de Cristo.

Aunque el reino de Dios y el reino de Cristo aparecen a veces en paralelo (Ef 5,5; Ap (1 Cor 11,15; cf. Ap 12,10),  no son conceptos sinónimos. La idea del reino de Cristo está vinculada a contenidos muy diversos: el reino mesiánico del Señor exaltado (1 Cor.15,24s.; cf. el reino de los mil años <milenarismo>, Ap 20,1-6), el mundo como reino o zona de dominio del Hijo del hombre (Mt 13,41), La gloria de Cristo que se manifestará en la / parusía (Mt 16,28; 20,21; 2 Tim 4,1; cf. Lc 22,29s.), la actual zona de reinado de Cristo en oposición al mundo (Jn 18,36), el ámbito celeste de la salvación al que han sido ya trasladados los creyentes (Cal 1,13; cf. El 1,20-23) a lo serán en el futuro) (2 Tim 4,18; 2 Pe 1,11; Lc 23,42s.).

* Bibliografia: R. SCHNACKENBURG, Reino y reinado de Dios, Ma 21970; J, JEREMIAS, Las parábolas de Jesús, Estella 31971; R..BULTMANN, <Profecía y cumplimiento>, en Creer y comprender II, Ma 1976, pags. 137-155; J. SCHLOSSER, Le Regne de Dieu dans les dits de Jesús, 2 vol., P 1980; H. MMIKLEIN, Die Got-tesherrschaft ats Handlungprinzip, Wu 31.984; DEM, jesu • Botschaft von der Gottesherrschaft, St 31989; C. A. ZIGCA R DI, The Relationship offesus and the Kingdom of God ac­cording to LukeActs, R2008; C. C. BLACK, AMark.asHistorian of God's Kingdom', CBQ 71 (2009), pags. 64-83.
Helmut Merklein

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REDENTOR

REDENTOR
En el Antiguo Testamento„ Dios es el redentor (goel) de su pueblo, su creador y configurador, al que llaman por su nombre (Is 43,1). El es el redentor santo de Israel (41,14), que ha demostrado su actuación salvadora al guiar a su pueblo (Ex 6,6; 1.5,13; 4'4,6.22 y otros), con el que se sabe vinculado mediante su alianza. Pero actúa como redentor sobre todo en la liberación de la esclavitud de Egipto: <Yo soy Yahveh, tu Dios, el que te guió desde Egipto> (Sal 81,11), El concepto veterotestamentario de <redentor> se toma del derecho familiar, donde designa el rescate de las posesiones familiares o de la vida, mientras que el nombre neotestamentario es salvador. Llama la atención el hecho de que esta denominación aparece preferentemente en los escritos neotestamentarios tardíos (en el corpus de los sinópticos sólo en Lc 1,47; 2,11), y más en particular en las cartas pasto­rales y en 2 Pe. Puede aplicarse el calificativo a Dios (Lc 1,47; 1 Tim 1,1; 2,3 y otros) y, con idéntico sentido, a Cristo. Tal vez esta presencia tardía se deba a que para entonces se hacía ya ineludible el enfrentamiento con las divinidades redentoras competidoras (religiones mistéricas) y el culto imperial. Es instructivo a este respecto el relato de la noche de Navidad, que se inicia con el edicto imperial del emperador Augusto: el ángel proclama: <hoy os ha nacido un Salvador (Soter)> (Lc 2,11). Según Jn 4,42; 1 Jn 4,14, Cristo es el Salvador del mundo. En los escritos protopaulinos, el termino Soter sólo se encuentra en Flp 3,20, donde se cita la que es probablemente la más antigua formula de la fe: se espera a Cristo como Salvador del cielo en su parusía y para nuestra liberación definitiva, cuando configurará la humilde condición de nuestros cuerpos y los igualará al cuerpo de su condición gloriosa.

·     Bibliografía: W. STAERK, Soter Die biblische Erölser-Erwartung als religionsgeschichliches Probem, 2 vol., Gt 1933 y 1938; F. J. DöLGER, Antike und Christentum, vol. 6, Ms 1950, págs. 241-272; 0. S. Berge < Our G'reat God and Saviour> A  Study of Soter as Christoligical Title in Tit 2,11-141 Dis. Union Theol Seminary in Virginia, 1973.
Joachim Gnilka.


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REDENCIÓN

REDENCIÓN

1. ANTIGUO TESTAMENTO.  2. NUEVO TESTAMENTO



1. ANTIGUO TESTAMENTO

Los verbos preferentemente utilizados en el Antiguo Testamento para designar la acción redentora de Dios son [ j¨s`] (hifil), [pdh] y [g`l].

El primero significa <ayudar,>, <socorrer>, <salvar>, <acudir en auxilio>. Aquí se contempla simplemente la acción auxiliadora, o salvadora Dios que acude en ayuda de un individuo o del pueblo. Dios ayuda porque es misericordioso, justo, santo. [0c:fabl) es un concepto procedente del derecho mercantil con la significación de <rescatar> o <redimir>. Se utiliza para el rescate de la vida de hombres y animales que, de acuerdo con las concepciones jurídicas sacras de la divinidad, pertenece a Dios (Ex 13,15; Nm 3,12; 1 Sam 14,45 y otros). Cuando Dios rescata a su pueblo de la esclavitud de Egipto (Dr 9,26; 15,15;  21,8) o a un individuo concreto (2 Sam 4,9; Jr 1f.;,,21; Os 7,13; job 5,20), no se ningún precio de rescate, porque el es el creador de toda vida y redime siempre en virtud de su gracia. [gäàl] es un concepto del derecho familiar que se utiliza para el rescate de la vida de los parientes próximos (p. ej,, en el contexto de la venganza de sangre: 35,12; Dt 19,6) o de las posesiones familiares (Lv 25,25s.) o para cumplimiento de la ley del levirato. (Rut 3,9.12). A Dios se le puede llamar goel (rescatador) de su pueblo (p. ej... Is 41,14), no porque este vinculado a Israel por lazos de sangre, sino porque se ha puesto, por su libre decisión, del lado de su pueblo, con el que ha concluido una alianza. Padah y -al han perdido con frecuencia su significación concreta de <rescate> o <desempeño> y conservan el sentido, mas genérico, de <salvar>, <liberar>. Hay, además, una gran variedad de verbos que aclaran el sentido de la intervención redentora de Dios: sanar (Sal 8,8), vivificar (Sal 119,25.30,93), proteger, preservar (Is 38,17; Sal 86,2), apoyar (Sal 119,116), intervenir (Sal 18,17), <restituir> (Job 33,30), cobijar (Sal 17,18), salir al encuentro (Sal 17,13; 22,6), alzar (Sal 30,4; 40,3), conceder espacio o alivio (Sal 4,2), arrancar (Sal 144,7.10), sacar (Sal 107,28). Señalan, asimismo, las múltiples modalidades de la indigencia humana y su consiguiente necesidad de ayuda y redención, por ejemplo, la caída en el pecado, la enfermedad, la persecución, el destierro, la esclavitud, la violencia, la muerte. Aquí la mirada se dirige a la liberación de una necesidad terrena. No parece darse todavía una redención orientada a la vida ultraterrena tras la resurrección, dejando aparte los textos influidos por la apocalíptica en la fase tardía del Antiguo Testamento.

Redimir es tarea exclusivamente reservada a Dios. Su acción redentora se manifiesta preferentemente en la elección y la historia de Israel. Dios ha rescatado a Abrahán, el antepasado fundador del pueblo (Is 29,22), .Esto significa que le ha sacado y guiado desde el país <al otro lado del rio>, donde el y sus antepasados veneraban a otros dioses (Jos 24,2). En recompensa por su obediencia, recibió la promesa de una descendencia innumerable, Por su medio serán bendecidos todos los pueblos de la tierra (Gn 18,18; 22,170. En los relatos de Jacob y de Jose, la providencia de Dios soluciona el conflicto entre hermanos y lo encauza a la reconciliación, de modo que el linaje de Jacob sobrevive al hambre y se mantiene a salvo de odios autodestructivos (Gn 27-35, 37-50).

La acción redentora mas sobresaliente consistió en liberar al pueblo de la servidumbre egipcia, con el paso del mar de las Cañas (Éxodo). Esta acción redentora pudo vincularse con el nombre de Dios mediante la formula confesional: <Yo soy Yahveh, tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto> (Sal 81,11) y ha entrado a formar parte del credo de Israel. Como trasfondo histórico se barrunta una intervención salvadora prodigiosa en favor de nómadas fugitivos que, perseguidos por enemigos mortales, pudieron cruzar por aguas peligrosas siglo XIII a.C.?). La historia fue más tarde ampliada: Israel era esclavo de Egipto, Moisés es llamado por Dios y recibe el encargo de liberar al pueblo, el Faraón se ve obligado, por imperativo de .Dios, a dejar salir al pueblo (plagas de Egipto), Yahveh rescata al esclavo Israel. La significación de este acontecimiento fue realzada mediante la inclusión de la idea de la alianza y de las revelaciones  de la ley. Con la fiesta de passah echó raíces en el culto.

La segunda gran experiencia de rescate fue el retorno del  exilio babilónico impuesto por Nabucodonosor. Según Is 52„7, un mensajero de la dicha, que trae la paz, la felicidad y la salvación, anuncia la acción redentora con las palabras <Reina tu Dios>. Es notable la confluencia de los conceptos mensajero de dicha, salvación y realeza de Dios. Dios se manifiesta como rey de Israel al rescatar a so pueblo de la esclavitud terrena. El  éxodo de Egipto y el retorno del exilio se convirtieron en el prototipo y modelo del rescate del fin de los tiempos (Jr 23,7s.; Is 43,16-19; 51,9s.).

En el tiempo escatológico, -Dios liberará a su pueblo de la opresión externa, reunirá a los dispersos (Miq 2,12; Is 11,12; Jr 32,37 y otros) y purificaran sus corazones (Ez 11,19; 36,26s.). Concluirá una alianza nueva (Jr 31,31-34). A veces la redención parece ampliarse hasta adquirir una dimensión universal y cósmica (Is 66,18-22: 65,17; Mal 1,11). Se mantiene viva en los profetas la esperanza en un re y mesiánico de casa de David (Is 9,6; Ez 37,22ss.; Am 9,11; Zac 4,6-14).


2. NUEVO TESTAMENTO

En las concepciones sobre la redención del Nuevo Testamento perviven y se mantienen eficaces las del Antiguo, pero ahora bajo una forma modificada.
 
a) El centro de la. Proclamación de Jesús y de los evangelios es el reino de Dios. Solo cuando este rei
no logre implantarse plenamente quedará asociado el anhelo humano de redención. La redención es la salvación definitiva a que está destinado el hombre, es su futuro absoluto. No puede ser alcanzada por medio del esfuerzo humano, sino que es puro don de Dios (Mt 6,10; 42,32; 22,29). No es posible imponerla por medios políticos o militares (contra el zelotismo). Se les promete preferentemente a los pobres y marginados de la sociedad, porque so existencia está remitida a Dios (Le 6,20ss.). La redención es en primer termino la salvación que se espera en el futuro, aunque puede percibirse y experimentarse su eficacia redentora ya ahora, en las acciones de Jesús y de sus discípulos sobre todo en las curaciones y los exorcismos (Lc 11, 20 par.; Mt.10,7s.) también en su trato y contacto liberador con los recaudadores de impuestos, los pecadores, las prostitutas, que indica que ha venido ya el año de gracia de Dios (Lc 4,19; 15). El macarismo de los pobres no es un consuelo fácil que remite a un lejano Más Allá, sino una promesa real de salvación. En todo caso, se mantiene en pie y se garantiza la reserva escatológica. Lo que se experimenta aquí y ahora les parece a algunos demasiado poco y de hecho es poco comparado con la revelación definitiva del reino de Dios, aunque ciertamente los modestos inicios garantizan un final grandioso. Así lo explican las llamadas parábolas del crecimiento (Mc 4,3-9.26-32). Esta asimismo relacionada con el reino de Dios y la redención la exigencia de conversión, que adquiere ,perfiles concretos en las clausulas del Sermón del monte: su cumplimiento seria ya en si misma un primer paso liberador hacia su repercusión eficaz en el mundo. La concepción del reino de Dios desborda las fronteras nacionales, en contraposición a las concepciones de los fariseos, para quienes era importante el restablecimiento del trono de David. (cf. SalSa 17). Este reino es entendido, desde sus inicios (cf. Mt 8,11 par.), como una dimensión universal.
b) Pablo inserta firmemente la redención en la cruz y la resurrección de Cristo. Ambas son para el la síntesis del evangelio (1 Cor 15,1-5), según el cual Cristo murió por nuestros pecados, del mismo modo que fue resucitado para nuestra justificación (Rom 4,25). Tal vez en esta concentración estaba influido por formulas precedentes. En todo caso, desarrolla una concepción soteriológica genial, íntimamente vinculada al destino de Cristo. Su exposición más perfecta, coherente y cerrada se encuentra en la Carta a los romanos. Tras haber descrito la perdición del género humano, es decir, tanto de los judíos como de los paganos (3,9: <todos están bajo pecado>), expone, con la mirada puesta en el acontecimiento de la cruz, que interpreta como revelación, su doctrina de la justificación del hombre por la fe (3,21-26). Dado que únicamente la Fe justifica, esta vía de acceso está abierta a todos los hombres, no solo a los .judíos. Y así es como conviene a la unicidad de Dios (3,30). Se explica la fe justificante de la mano del ejemplo de Abrahán, que se insertó en la promesa y creyó contra toda esperanza, del mismo modo que el cristiano cree en Dios que ha resucita.do a Jesús de entre los muertos y a una con ello, cree también en su acción redentora, que supera toda experiencia humana (Rom 4). La redención es, además, para Pablo, liberación del pecado como poder funesto, que ha entrado en el mundo por medio de la desobediencia de Adán y en cuya acción mortal se ven envueltos todos los hombres. Se celebra a Cristo como el nuevo Adán que, en virtud de su obediencia, ha quebrantado el poder del pecado y ha sido declarado gula y jefe de una humanidad nueva, destinada la vida (Rom 5,12-21). Hemos sido finalmente liberados de la escisión profunda entre el bien y el mal que había provocado el pecado, se había instalado en nuestro interior y se alzaba siempre con la victoria (7,7-25a). La liberación se produjo mediante el don del Espíritu Santo (8,1-11), por media del cual se ha derramado el amor de Dios en nuestros corazones (5,5) y nos capacita para las obras del amor. La metáfora del rescate es utilizada pocas veces, pero en pasajes centrales, especialmente en (Gal: <Cristo nos rescató de la maldición de la ley haciéndose maldición por nosotros>. (3,13). El envió del Hijo al mundo se produjo, <para que rescatara a los que estaban bajo la ley; a fin de que recibiéramos la adopción filial> (4,4s.), Se discute si el verbo <rescatar> se emplea aquí en su significación simbólica real. En este caso, su trasfondo sería el rescate jurídico sacro del esclavo. Conviene señalar que el propietario de los esclavos es la Torá y que Pablo entiende que esta situación bajo la ley es pasajera. La liberación de la esclavitud se produjo mediante la adquisición del estatus de adopción. Se desborda así el marco comparativo del rescate de esclavos y se advierte claramente que el hilo de la argumentación no está determinado por el lenguaje simbólico sino por el contenido teológico. Así se expresa, de manera singularmente. destacada, cuando se aduce el motivo a partir del cual actúa Cristo, a saber, el amor (<hecho maldición por nosotros>). Cuando, pues, en 1 Cor 6,20 y 7,37 se llega incluso a mencionar el precio del rescate, la pregunta que debe formularse no es a quien se ha pagado este precio. La idea es que ahora los cristianos, en cuanto comprados, tienen un nuevo dueño.
Son también temas paulinos la paz y la reconciliación que, sobre todo en las cartas deuteropaulinas a los efesios y los colosenses, son entendidas en sentido universal, cósmico. Dado que Cristo es <nuestra paz>, reúne a la humanidad escindida, judíos y gentiles, en un tercer linaje reconciliado (Ef 2,14-18; cf. 1,10). El universo ha sido reconciliado media me la muerte de Cristo (Col 1,20). En esta sentencia están incluidos incluso los poderes espirituales que perturban la creación (Ron 8,18-23).

c) El concepto de redención de los escritos joaneos se entiende desde el trasfondo de un dualismo consecuentemente construido, pero que no debe ser concebido -como el de la gnosis, al que precisamente se enfrenta- en una dimensión metafísica, sino como un dualismo de decisión. El mundo entero está sometido al Maligno (1 In 5,19), es un espacio de tinieblas en el que se han aclimatado el odio, la mentira y la muerte. Y, sin embargo, Dios ama al mundo. Así lo demuestra al enviar a su Hijo. El Hijo ha sido enviado para salvar al mundo (Jn 3,16s.). Todos los hombres están llamados a decidirse frente al Revelador. La teología joanea explica el alcance de esta decisión en el marco de una escatología concebida coma ya presente. Quien no crea ya ha sido juzgado, el creyente no es juzgado (3,18), pues ha conseguido ya la vida eterna, ha pasado de la muerte a la vida (5,24; 11,25s.). El Padre y el Hijo vendrán y fijarán su morada en aquel que se deje alcanzar por el amor (14,23). Los do­nes de la salvación están indisolublemente vinculados a Jesús. El es la luz del mundo (8,12), la puerta (10,7.9), la resurrección (11,25), el camino, la verdad y la vida (14,6). Ha venido para llevar a su consumación la obra de la salvación (19,30) al morir para la vida del mundo (6,51) y asumir sobre sí los pecados del mundo (1,29). Son también dones salvíficos la paz (14,27; 16,33), la reconciliación (1 Jn 2,2), el gozo (Jn 15,11), la amistad con Cristo (15,14s.). Cristo envía al Paráclito que guiara a los discípulos hasta la verdad plena, les enseñará y les capacitará para ser testigos (14,26; 15,26s.).
d) Es especial mente en la Carta a los hebreos, que presenta a Cristo como sumo sacerdote, donde adquiere la muerte expiatoria su significación suprema. .Este sumo sacerdote se ofreció a si mismo (7,27). El resultado del sacrificio es la anulación de los pecados (2,17: a fin de expiar los pecados del pueblo; 9,14: purifica nuestra conciencia de las obras muertas; 9.15: redime de los pecados cometidos durante la primera alianza; 9,28: mediante su sacrificio ha quitado los pecados de muchos). Todos estos enunciados están impregnados de sentido bíblico, porque el pecado es el gran obstáculo en el camino hacia Dios. Por eso, la acción de Cristo también nos ha consagrado (10)10) y ha perfeccionado para siempre a los consagrados (10,14). En ese sentido, puede instarse a acercamos (a Dios) pues hemos <lavado el cuerpo con agua pura> (10,22, alusión al bautismo).

* Bibliografía: CH. BART, Die Erretung von Tode in den individuellen Klage- und Dankliedern des AT, Zollikon 1947; S. HERRMANN, Die prophetische Heitserwartung im AT, St 1965; S. LYONNET, De peccato et redemptione, R 1957-1959; J. G. GIBIRS, Creation and Redemption, Le 1971; j. GNILKA, Theologie des NT Fr 1994, pap. 77-108; 159-165, 275-294, 375-385; G. L. MÜLLER, Dogmática, Herder, Ba 2009, pAgs. 372-387.
Joachim Gnilka


Diccionario Enciclopédico de Exégesis y Teología Bíblica