REINO DE DIOS
1. Antiguo Testamento. 2. Judaísmo
temprano. 3. Nuevo Testamento
1.
ANTIGUO TESTAMENTO
Las
formaciones abstractas para designar el reino, el reinado y la realeza de Dios
([malküt] realeza, poder del rey: Sal 103,19; [malükä], dominio real: Sal 22,29;
[mamlälä], reino: 1 Cró 29,11;[maemsälä] dominio, reino: Sal114,2) no aparecen en el Antiguo
Testamento hasta fechas relativamente tardías. Aquí, los conceptos dominio o de
reino se entienden funcionalmente como el poder ejercido de hecho, mientras que
la realeza se refiere a la institución coordinada con aquel poder. Aunque en el
terreno histórico la concepción de realeza de Yahveh no aparece testificada en la época
preestatal, está fuera de toda duda que la idea del reino y del reinado ha tenido desde
los orígenes, en razón de su conexión esencial con Yahveh y con su revelación
historicosalvifica, una significación central para Israel. Un elemento
característico para la concepción del reino y del reinado de Dios en el Israel
preestatal es la fe, que se encuentra ya en la religión de los patriarcas, en
un Dios Padre trascendente y personal que se revela en el mundo a los que el ha
elegido, los congrega, como hermanos y hermanas, de manera análoga a la
solidaridad que él practica con los hombres, los defiende contra los ataques y
se descubre a ellos, en la intrahistoria, en el campo de tensión de promesa y
cumplimiento (descendencia y tierra), como quien camina junto a ellos y está
presente aquí para ellos (Gn 12-50). También durante la etapa de asentamiento
de Israel en Canaán, cuando la asociación tribal era sociedad
segmentada sin una instancia central que ejerciera el domino político, la idea del reino y del reinado de Dios marcó con su
sello la fe del pueblo, tal como testifican la reclamación de exclusividad de .Yahveh
frente a los dioses extranjeros y sus adoradores, las celebraciones de las
fiestas principales en el santuario y el solemne festejo del día séptimo (Ex
34,10-26), así como las acciones libertadoras de Yahveh, entendidas como demostraciones
de su justicia (Jue 5,11). El establecimiento de la monarquía de David en Jerusalén y la centralización del
culto de Yahveh en el templo de Sión introdujeron una nueva concepción de la
fe en el reino, el dominio y la realeza de Dios. El domino universal madurado
en el curso de los enfrentamientos con la concepción paleooriental de la
realeza transmitida a través de Canaán, ejercido a modo de un consejo del trono
celeste y asegurado en virtud de la victoria sobre el Caos frente a catástrofes
cósmicas, como función arquetípica para todas y cada una de las realezas
terrestres, dio origen una nueva
concepción de la fe que interpretaba ahora La supremacía de Yahveh en el sentido de su superioridad absoluta
sobre todos los dioses y todos los seres divinos, asentado en su trono muy por
encima de los torrentes del Caos y como señor todopoderoso que impera sobre el
universo en la creación y en la historia (Sal 93; 95-99), que tiene en Sión el
lugar de la presencia de su revelación (Sal 46-48) y en David a su
representante en la tierra (Sal 89). En oposición a la perversión del ideal teocrático introducida en Israel, y
con la critica a la falta de voluntad y a la incapacidad del pueblo, apartado
de Yahveh, de dar respuesta satisfactoria a la reclamación ética del reino y de
la realeza de Dios, la profecía preexílica anunciaba que la realeza de Yahveh manifestada en
Sión se transformaría en castigo (Is 6,1-11) y que todas las demasías contra la
divinidad perpetrada en Israel (Am 8,2;
Ez 7,2) y en el mundo de los pueblos (Is 10,5-15) tocarían a su fin. Tras el
hundimiento de la monarquía davídica y en conexión con el conocimiento revelado
de la conversión en el castigo y de la salvación de un Resto, la profecía
postexílica transformaba la concepción tradicional del reino y de la realeza de
Yahveh y la situaba en una perspectiva escatológica. A partir de ahora, y
empalmando con el nuevo éxodo del exilio como testimonio de la realeza de Yahveh (Is 41,21; 43,15;
44,6), Israel se encamina de nuevo hacia Sión (Is 52,7), donde al final de los
días -Yahveh, como salvador
de su pueblo (Is 33,17.22) y rey de la creación entera (Is 24,23) revelará,
tras el sometimiento de sus enemigos (Zac 14,9) y la aniquilación de la muerte
(Is 25,8) un reino universal de paz para todo el orbe (Is 2,2ss.), con un nuevo
David (Is 11,1-9). La apocalíptica introdujo, a continuación, mayor calado
teológico en esta concepción de la fe al trazar, por un lado, una estricta
línea de separación entre el reino de Dios manifestado en Israel y el dominio histórico
de los imperios paganos y al establecer, por otro lado, en virtud del enfrente metahistòrico, una estrecha vinculación con este reino (Dn
2,31-45; ya sea porque Dios dirige (Dn 2,21) y pone a su
servicio a los poderes políticos (Dn.1,1 s.) o por la oposición del Antiyahveh
(Dn. 7,23-27; 8,9-12). El camino de Israel bajo el reinado de Yahveh se
convierte en el lugar de la acreditación de la fe y de la salvación (Dn 3 y 6),
anterior al reino y al reinado eterno que Dios entregar, al Hijo del hombre
como representante de Dios (Dn 7,13s.) que liberado de cualquier otro poder (Dn
7,11), abarca la creación entera, transformada en nuevo cielo y nueva tierra
(Is 65,17).
Bibliografía: M. BuBER, <Konigtum Gottes,), en Obras completas, vol. 2. M 1964,
págs. 485-723; J . COPPENS, La
royauté <Le regne> Le royaume de
Dieu, Cadre de la releve apocalyptique, Lv 1979; TRE 15, págs. 176-189
(bibliografía) (E. ZENGER); E. Lipinski, La
royautei de Yahwe dam la poesie et le culte de
l'ancien Israel, B1 21968; E. HAAG, <Gottes Herrschaft und Reich irn AT>,
IKaZ 15 (1986), págs. 97-109.
Ernst Haag
Diccionario Enciclopédico de
Exégesis y Teología Bíblica
2.
JUDAISMO TEMPRANO
El concepto de reino a respectivamente de reinado
y de realeza de Dios es una
formación abstracta surgida en el judaísmo temprano que tiene como base el enunciado
veterotestamentario verbal <Dios es
rey>. Esa concepción se orienta, en primer lugar, a un reino de Dios
permanente o actual (casi siempre imaginado como universal): Jdt 9,12; Dn 3,33
(100); 4,31; 6,27s.; Henet 9,4s.; 12,3; 25; 27,3; 63,4; 81,3; 84,2-6 y otros; cf. SalSa 5,18s.; Sab 10,1.0). Alcanzó singular
importancia en la etapa del judaísmo temprano la dimensión escatológica. La
esperanza, virulenta desde el exilio, de que Dios, para demostrar su unicidad
(Deuteroisaías; Zac 14,9) liberaría a Israel de la esclavitud de los pueblos y
establecería en Sión su reino (sobre todo el mundo: Is 52,7-10; 24,21ss.: 25,6ss.) asumió en el s. II
a.C., bajo la presión del dominio extranjero helenista (sobre todo bajo
Antíoco IV).
Contornos apocalípticos. En Lugar de un giro
salvífico intrahistórico, se esperaba una historia nuevamente puesta en marcha
por Dios cuya salvación no está ahora garantizada por medio
de un regente humano sino por Dios mismo (Dn. 2,34s.44s.; cf. la visión de las
bestias y el Apocalipsis de las diez semanas de Hertet; para Egipto: Sib III,
767-784). .En perspectiva metahistórica, este reino y este reinado de Dios
aparecen enfrentados al dominio de Satanás de Belial o (en conexión con
la idea de los Ángeles de los pueblos) entregados a su adversario Miguel el Hijo del hombre (Dn 7,13s.; 1QM. XVII, 5ss.;
cf. Melquisedec (11Q 13 II) o
Miguel y Melquiresa (4Q 544.280). En perspectiva terrena tiene su correspondencia en el dominio de Israel o respectivamente
del colectivo de los elegidos (Dn 7,18.27; 1QM XII, 15s.; XVII, 7s.). En
contaminación con la espera del Mesías, se llegó a la concepción de un reino
mesiánico antes del nuevo eón (4 Esd 7,26-31; 12,31-34) o de un reino eterno
del Mesías (Barsi 39,7; 40,1ss.; 72-74). No tiene nada de casual que la
esperanza de un reinado al final de los tiempos se tomara particularmente aguda
en épocas calamitosas: después de los macabeos, de nuevo con el inicio del
dominio romano (SalSa 17 <en conexión
con la espera de un reino davídico>), después de la creación de la
provincia romana de Judea (Jesús; AsuMo 10,1-10; TestDan 5,10-13; cf. Sib III,
46-62) y tras la destrucción del templo (4 Esd; Barsi; Dieciocho
oraciones 11). Es difícil determinar,
dado el estado de las fuentes, el papel desempeñado por los movimientos
militantes (macabeos, zelotas) en el concepto del reino y el reinado de Dios,
pero es clara, en todo caso, su conexión objetiva con el movimiento del primer
mandamiento.
3.- NUEVO
TESTAMENTO
a) Evangelios sinópticos. Donde con mayor
frecuencia aparece la expresión reino de Dios (Mt) es en los evangelios
sinópticos, donde con este concepto se expresa el contenido central del
anuncio de Jesús. Prolongando la tradición profética exilica/postexilica, Jesús emplea este término en un
sentido exclusivamente escatológico. En cuanto bien apocalíptico, la
implantación de este reino cae bajo la competencia única. de Dios (Mc 4,26-29;
Lc 17,21). El hombre solo puede suplicar su venida (Lc 11,2 par.). La
precedente conexión establecida en la historia de la tradición entre el reino
de Dios e Israel encuentra su sedimentación en el hecho de que Jesús se dirige
en primer termino a este pueblo (Mc 10,5s.). La situación de juicio y castigo
que Jesús, igual que Juan
Bautista, da por supuesta (Mt 3,7-12 par.; Lc 13,3.5) de acuerdo con la
tradición deuteronomista (cf. Dn 9,3-19; Bar 1,15-2,10; Henet 93,8s, y otros)
queda disuelta mediante la proclamación de la salvación escatológica en favor
de Israel. Esto acontece en la bienaventuranza dirigida a los <pobres>, a quienes se les promete el
reino de Dios (Lc 6,20s. par.), o en el enunciado de la cercanía del reino de
Dios (Mc 1,15; Lc 10,9 par.). Condición previa para ello es que Satanás (coma
adversario y acusador de Israel) ha sido arrojado del cielo (Lc 10,18). Puede,
pues, instalarse ya ahora -por la acción eficaz de Jesús- el reino de Dios en
la tierra (Lc 11,20 par.; 10,23s. par.; 19,23 par.; 7,22s, par.: 1.1,31s. par.;
Mc 2,19a; 3,27). Jesús se propone introducir a sus oyentes, sobre todo a través
de las parábolas, en el acontecimiento que convertirá un suceso al principio
insignificante en la grandiosa realidad del reino de Dios (Mc 4,3-9.30ss. par.;
Mt 13,44.45s.; Lc 15 y
otros). El reino de Dios es, por un lado, un don que debe ser aceptado (Mc
10,15 par.) pero que, por otro lado, pide una decisión radical (Mc 9,43.45-47;
Mt 11,12s, par.; especialmente en el caso de los discípulos: Mt 8,21s. par.; Mc
1,16-20). Incluso enfrentado a la muerte, se atiene Jesús con firmeza a la
validez de su mensaje del reino de Dios (Mc 14,25 par.). La resurrección de
Jesús no solo confirma su mensaje sino que aporta ya una primera realización de
su contenido escatológico, que hasta entonces solo estaba simbólicamente
constituido (en las palabras y los hechos de Jesús). Todo elle conduce a una
intensificación de la espera próxima (dada por supuesta, de una manera mas bien
arrefleja, por Jesús), que a continuación se convierte en tema expreso y
explicito (Mt 10,23; Mc 9,1). En el evangelio de Marcos (1.3,30), esta espera
se inserta en la fe en la presencia del reino de Dios en las actividades de
Jesús y en la proclamación misional de la Iglesia (8,35; 10,29; 13,10; 14,9).
Así acontece también, y con mayor fuerza aún, en el evangelio de Lucas y en lo
Hechos (Lc 4,16-30; 10,9.11.; 11,20; 17,20s.; Hch 1,3; 8,12; 19,8), donde
el contenido intentado encuentra su expresión adecuada en el discurso sobre la
<proclamación del reino de Dios> (Lc 4,43; 8,1; 9,2.1.1.60; 16,16; Hch
8,12; 19,8; 20,25; 28,23,31). El evangelio de Mateo hace coincidir la ley y la
gracia cuando el Sermón del monte las identifica con el <evangelio del reino> (4,23; cf,
9,35; 24,24) y pone corno
condición para <entrar en el reino de los cielos> la practica de una <justicia> superior (5,20; 6,10.33;
18,3; 19,23s) o la herencia
escatológica de la que están excluidos los pecadores (Cor 6,9s,; Gal 5,21; cf.
Ef 5,5) que tienen participación los <pobres>.
(Sant 2,5). En 1 Cor 4,20;15,50;Rom 14,17 se destaca su discontinuidad respecto
de las normas y las situaciones de este mundo.
c) Reino de Dios y reino de
Cristo.
Aunque el reino de Dios y el reino de Cristo
aparecen a veces en paralelo (Ef 5,5; Ap (1 Cor 11,15; cf. Ap 12,10), no son conceptos sinónimos. La idea del reino
de Cristo está vinculada a contenidos muy diversos: el reino mesiánico
del Señor exaltado (1 Cor.15,24s.; cf. el reino de los mil años <milenarismo>, Ap 20,1-6), el mundo
como reino o zona de dominio del Hijo del hombre (Mt 13,41), La gloria de
Cristo que se manifestará en la / parusía (Mt 16,28; 20,21; 2 Tim 4,1; cf. Lc
22,29s.), la actual zona de reinado de Cristo en oposición al mundo (Jn 18,36),
el ámbito celeste de la salvación al
que han sido ya trasladados los creyentes (Cal 1,13; cf. El 1,20-23) a
lo serán en el futuro) (2 Tim 4,18; 2 Pe 1,11; Lc 23,42s.).
* Bibliografia: R. SCHNACKENBURG, Reino y reinado de Dios, Ma 21970; J, JEREMIAS, Las
parábolas de Jesús, Estella 31971;
R..BULTMANN, <Profecía y cumplimiento>, en Creer y comprender II, Ma 1976, pags. 137-155; J. SCHLOSSER, Le Regne de Dieu dans les dits de Jesús, 2
vol., P 1980; H. MMIKLEIN, Die
Got-tesherrschaft ats Handlungprinzip, Wu 31.984; DEM, jesu • Botschaft von der Gottesherrschaft, St
31989; C. A. ZIGCA R DI, The
Relationship offesus and the Kingdom of God according to LukeActs, R2008;
C. C. BLACK, AMark.asHistorian of God's Kingdom', CBQ 71 (2009), pags. 64-83.
Helmut Merklein
Diccionario Enciclopédico de Exégesis y
Teología Bíblica