domingo, 13 de septiembre de 2015

REINO DE DIOS

REINO DE DIOS

1.     Antiguo Testamento. 2. Judaísmo temprano. 3. Nuevo Testamento

1.     ANTIGUO TESTAMENTO

Las formaciones abstractas para designar el reino, el reinado y la realeza de Dios ([malküt] realeza, poder del rey: Sal 103,19; [malükä], dominio real: Sal 22,29; [mamlälä], reino: 1 Cró 29,11;[maemsälä] dominio, reino: Sal114,2) no aparecen en el Antiguo Testamento hasta fechas relativamente tardías. Aquí, los conceptos dominio o de reino se entienden funcionalmente como el poder ejercido de hecho, mientras que la realeza se refiere a la institución coordinada con aquel poder. Aunque en el terreno histórico la concepción de realeza de Yahveh no aparece testificada en la época preestatal, está fuera de toda duda que la idea del reino y del reinado ha tenido des­de los orígenes, en razón de su conexión esencial con Yahveh y con su revelación historicosalvifica, una significación central para Israel. Un elemento característico para la concepción del reino y del reinado de Dios en el Israel preestatal es la fe, que se encuentra ya en la religión de los patriarcas, en un Dios Padre trascendente y personal que se revela en el mundo a los que el ha elegido, los congrega, como hermanos y hermanas, de manera análoga a la solidaridad que él practica con los hombres, los defiende contra los ataques y se descubre a ellos, en la intrahistoria, en el campo de tensión de promesa y cumplimiento (descendencia y tierra), como quien camina junto a ellos y está presente aquí para ellos (Gn 12-50). También durante la etapa de asentamiento de Israel en Canaán, cuando la asociación tribal era sociedad segmentada sin una instancia central que ejerciera el domino político, la idea del reino y del reinado de Dios marcó con su sello la fe del pueblo, tal como testifican la reclamación de exclusividad de .Yahveh frente a los dioses extranjeros y sus adoradores, las celebraciones de las fiestas principales en el santuario y el solemne festejo del día séptimo (Ex 34,10-26), así como las acciones libertadoras de Yahveh, entendidas como demostraciones de su justicia (Jue 5,11). El establecimiento de la monarquía de David en Jerusalén y la centralización del culto de Yahveh en el tem­plo de Sión introdujeron una nueva concepción de la fe en el reino, el dominio y la realeza de Dios. El domino universal madurado en el curso de los enfrentamientos con la concepción paleooriental de la realeza transmitida a través de Canaán, ejercido a modo de un consejo del trono celeste y asegurado en virtud de la victoria sobre el Caos frente a catástrofes cósmicas, como función arquetípica para todas y cada una de las realezas terrestres, dio origen una nueva concepción de la fe que interpretaba ahora La supremacía de Yahveh  en el sentido de su superioridad absoluta sobre todos los dioses y todos los seres divinos, asentado en su trono muy por encima de los torrentes del Caos y como señor todopoderoso que impera sobre el universo en la creación y en la historia (Sal 93; 95-99), que tiene en Sión el lugar de la presencia de su revelación (Sal 46-48) y en David a su representante en la tierra (Sal 89). En oposición a la perversión del ideal teocrático introducida en Israel, y con la critica a la falta de voluntad y a la incapacidad del pueblo, apartado de Yahveh, de dar respuesta satisfactoria a la reclamación ética del reino y de la realeza de Dios, la profecía preexílica anunciaba que la realeza de Yahveh manifestada en Sión se transformaría en castigo (Is 6,1-11) y que todas las demasías contra la divinidad perpetrada en  Israel (Am 8,2; Ez 7,2) y en el mundo de los pueblos (Is 10,5-15) tocarían a su fin. Tras el hundimiento de la monarquía davídica y en conexión con el conocimiento revelado de la conversión en el castigo y de la salvación de un Resto, la profecía postexílica transformaba la concepción tradicional del reino y de la realeza de Yahveh y la situaba en una perspectiva escatológica. A partir de ahora, y empalmando con el nuevo éxodo del exilio como testimonio de la realeza de Yahveh (Is 41,21; 43,15; 44,6), Israel se encamina de nuevo hacia Sión (Is 52,7), donde al final de los días -Yahveh, como salvador de su pueblo (Is 33,17.22) y rey de la creación entera (Is 24,23) revelará, tras el sometimiento de sus enemigos (Zac 14,9) y la aniquilación de la muerte (Is 25,8) un reino universal de paz para todo el orbe (Is 2,2ss.), con un nuevo David (Is 11,1-9). La apocalíptica introdujo, a continuación, mayor calado teológico en esta concepción de la fe al trazar, por un lado, una estricta línea de separación entre el reino de Dios manifestado en Israel y el dominio histórico de los imperios paganos y al establecer, por otro lado, en virtud del enfrente metahistòrico, una estrecha vinculación con este reino (Dn 2,31-45; ya sea porque Dios dirige (Dn 2,21) y pone a su servicio a los poderes políticos (Dn.1,1 s.) o por la oposición del Antiyahveh (Dn. 7,23-27; 8,9-12). El camino de Israel bajo el reinado de Yahveh se convierte en el lugar de la acreditación de la fe y de la salvación (Dn 3 y 6), anterior al reino y al reinado eterno que Dios entregar, al Hijo del hombre como representante de Dios (Dn 7,13s.) que liberado de cualquier otro poder (Dn 7,11), abarca la creación entera, transformada en nuevo cielo y nueva tierra (Is 65,17).

Bibliografía: M. BuBER, <Konigtum Gottes,), en Obras completas, vol. 2. M 1964, págs. 485-723; J . COPPENS, La royauté  <Le regne> Le royaume de Dieu, Cadre de la releve apocalyptique, Lv 1979; TRE 15, págs. 176-189 (bibliografía) (E. ZENGER); E. Lipinski, La royautei de Yahwe dam la poesie et le culte de l'ancien        Israel, B1 21968; E. HAAG, <Gottes Herrschaft und Reich irn AT>, IKaZ 15 (1986), págs. 97-109.
Ernst Haag

Diccionario Enciclopédico de Exégesis y Teología Bíblica

2.           JUDAISMO TEMPRANO

El concepto de reino a respectivamente de reinado y de realeza de Dios es una formación abstracta surgida en el judaísmo temprano que tiene como base el enunciado veterotestamentario verbal <Dios es rey>. Esa concepción se orienta, en primer lugar, a un reino de Dios permanente o actual (casi siempre imaginado como universal): Jdt 9,12; Dn 3,33 (100); 4,31; 6,27s.; Henet 9,4s.; 12,3; 25; 27,3; 63,4; 81,3; 84,2-6 y otros; cf. SalSa 5,18s.; Sab 10,1.0). Alcanzó singular importancia en la etapa del judaísmo temprano la dimensión escatológica. La esperanza, virulenta desde el exilio, de que Dios, para demostrar su unicidad (Deuteroisaías; Zac 14,9) liberaría a Israel de la es­clavitud de los pueblos y establecería en Sión su reino (sobre todo el mundo: Is 52,7-10; 24,21ss.: 25,6ss.) asumió en el s. II a.C., bajo la presión del dominio extranjero helenista (sobre todo bajo Antíoco IV).

Contornos apocalípticos. En Lugar de un giro salvífico intrahistórico, se esperaba una historia nuevamente puesta en marcha por Dios cuya salvación no está ahora garantizada por medio de un regente humano sino por Dios mismo (Dn. 2,34s.44s.; cf. la visión de las bestias y el Apocalipsis de las diez semanas de Hertet; para Egipto: Sib III, 767-784). .En perspectiva metahistórica, este reino y este reinado de Dios aparecen enfrentados al dominio de Satanás de Belial o (en conexión con la idea de los Ángeles de los pueblos) entregados a su adversario Miguel el Hijo del hombre (Dn 7,13s.; 1QM. XVII, 5ss.; cf. Melquisedec (11Q 13 II) o Miguel y Melquiresa (4Q 544.280). En perspectiva terrena tiene su correspondencia en el dominio de Israel o respectivamente del colectivo de los elegidos (Dn 7,18.27; 1QM XII, 15s.; XVII, 7s.). En contaminación con la espera del Mesías, se llegó a la concepción de un reino mesiánico antes del nuevo eón (4 Esd 7,26-31; 12,31-34) o de un reino eterno del Mesías (Barsi 39,7; 40,1ss.; 72-74). No tiene nada de casual que la esperanza de un reinado al final de los tiempos se tomara particularmente aguda en épocas calamitosas: después de los macabeos, de nuevo con el inicio del dominio romano (SalSa 17 <en conexión con la espera de un reino davídico>), después de la creación de la provincia romana de Judea (Jesús; AsuMo 10,1-10; TestDan 5,10-13; cf. Sib III, 46-62) y tras la destrucción del templo (4 Esd; Barsi; Dieciocho oraciones 11). Es difícil  determinar, dado el estado de las fuentes, el papel desempeñado por los movimientos militantes (macabeos, zelotas) en el concepto del reino y el reinado de Dios, pero es clara, en todo caso, su conexión objetiva con el movimiento del primer mandamiento.

3.- NUEVO TESTAMENTO

a) Evangelios sinópticos. Donde con mayor frecuencia aparece la expresión reino de Dios (Mt) es en los evangelios sinópticos, donde con este con­cepto se expresa el contenido central del anuncio de Jesús. Prolongando la tradición profética exilica/postexilica, Jesús emplea este término en un sentido exclusivamente escatológico. En cuanto bien apocalíptico, la implantación de este reino cae bajo la competencia única. de Dios (Mc 4,26-29; Lc 17,21). El hombre solo puede suplicar su venida (Lc 11,2 par.). La precedente conexión establecida en la historia de la tradición entre el reino de Dios e Israel encuentra su sedimentación en el hecho de que Jesús se dirige en primer termino a este pueblo (Mc 10,5s.). La situación de juicio y castigo que Jesús, igual que Juan Bautista, da por supuesta (Mt 3,7-12 par.; Lc 13,3.5) de acuerdo con la tradición deuteronomista (cf. Dn 9,3-19; Bar 1,15-2,10; Henet 93,8s, y otros) queda disuelta mediante la proclamación de la salvación escatológica en favor de Israel. Esto acontece en la bienaventuranza dirigida a los <pobres>, a quienes se les promete el reino de Dios (Lc 6,20s. par.), o en el enunciado de la cercanía del reino de Dios (Mc 1,15; Lc 10,9 par.). Condición previa para ello es que Satanás (coma adversario y acusador de Israel) ha sido arrojado del cielo (Lc 10,18). Puede, pues, instalarse ya ahora -por la acción eficaz de Jesús- el reino de Dios en la tierra (Lc 11,20 par.; 10,23s. par.; 19,23 par.; 7,22s, par.: 1.1,31s. par.; Mc 2,19a; 3,27). Jesús se propone introducir a sus oyentes, sobre todo a través de las parábolas, en el acontecimiento que convertirá un suceso al principio insignificante en la grandiosa realidad del reino de Dios (Mc 4,3-9.30ss. par.; Mt 13,44.45s.; Lc 15 y otros). El reino de Dios es, por un lado, un don que debe ser aceptado (Mc 10,15 par.) pero que, por otro lado, pide una decisión radi­cal (Mc 9,43.45-47; Mt 11,12s, par.; especialmente en el caso de los discípulos: Mt 8,21s. par.; Mc 1,16-20). Incluso enfrentado a la muerte, se atiene Jesús con firmeza a la validez de su mensaje del reino de Dios (Mc 14,25 par.). La resurrección de Jesús no solo confirma su mensaje sino que aporta ya una primera realización de su contenido escatológico, que hasta entonces solo estaba simbólicamente constituido (en las palabras y los hechos de Jesús). Todo elle conduce a una intensificación de la espera próxima (dada por supuesta, de una manera mas bien arrefleja, por Jesús), que a continuación se convierte en tema expreso y explicito (Mt 10,23; Mc 9,1). En el evangelio de Marcos (1.3,30), esta espera se inserta en la fe en la presencia del reino de Dios en las actividades de Jesús y en la proclamación misional de la Iglesia (8,35; 10,29; 13,10; 14,9). Así acontece también, y con mayor fuerza aún, en el evangelio de Lucas y en lo Hechos (Lc 4,16-30; 10,9.11.; 11,20; 17,20s.; Hch 1,3; 8,12; 19,8), donde el contenido intentado encuentra su expresión adecuada en el discurso sobre la <proclamación del reino de Dios> (Lc 4,43; 8,1; 9,2.1.1.60; 16,16; Hch 8,12; 19,8; 20,25; 28,23,31). El evangelio de Mateo hace coincidir la ley y la gracia cuando el Sermón del monte las identifica con el <evangelio del reino> (4,23; cf, 9,35; 24,24) y pone corno condición para <entrar en el reino de los cielos> la practica de una <justicia> superior (5,20; 6,10.33; 18,3; 19,23s) o la herencia escatológica de la que están excluidos los pecadores (Cor 6,9s,; Gal 5,21; cf. Ef 5,5) que tienen participación los <pobres>. (Sant 2,5). En 1 Cor 4,20;15,50;Rom 14,17 se destaca su discontinuidad respecto de las normas y las situaciones de este mundo.


c) Reino de Dios y reino de Cristo.

Aunque el reino de Dios y el reino de Cristo aparecen a veces en paralelo (Ef 5,5; Ap (1 Cor 11,15; cf. Ap 12,10),  no son conceptos sinónimos. La idea del reino de Cristo está vinculada a contenidos muy diversos: el reino mesiánico del Señor exaltado (1 Cor.15,24s.; cf. el reino de los mil años <milenarismo>, Ap 20,1-6), el mundo como reino o zona de dominio del Hijo del hombre (Mt 13,41), La gloria de Cristo que se manifestará en la / parusía (Mt 16,28; 20,21; 2 Tim 4,1; cf. Lc 22,29s.), la actual zona de reinado de Cristo en oposición al mundo (Jn 18,36), el ámbito celeste de la salvación al que han sido ya trasladados los creyentes (Cal 1,13; cf. El 1,20-23) a lo serán en el futuro) (2 Tim 4,18; 2 Pe 1,11; Lc 23,42s.).

* Bibliografia: R. SCHNACKENBURG, Reino y reinado de Dios, Ma 21970; J, JEREMIAS, Las parábolas de Jesús, Estella 31971; R..BULTMANN, <Profecía y cumplimiento>, en Creer y comprender II, Ma 1976, pags. 137-155; J. SCHLOSSER, Le Regne de Dieu dans les dits de Jesús, 2 vol., P 1980; H. MMIKLEIN, Die Got-tesherrschaft ats Handlungprinzip, Wu 31.984; DEM, jesu • Botschaft von der Gottesherrschaft, St 31989; C. A. ZIGCA R DI, The Relationship offesus and the Kingdom of God ac­cording to LukeActs, R2008; C. C. BLACK, AMark.asHistorian of God's Kingdom', CBQ 71 (2009), pags. 64-83.
Helmut Merklein

Diccionario Enciclopédico de Exégesis y Teología Bíblica




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