El perdón
20-10-2015
Señor, ayer
como penitencia y en palabras del sacerdote me dijiste que hoy he de tratar de
escribir sobre el perdón, no has
podido escoger un momento más inoportuno, para hacer algo tan delicado ya que,
físicamente “no está el horno para hacer
roscas”, desde hace unos días cada vez tengo los pies más inflamados como
secuelas de la flebotrombosis, anoche para rebajar un poco la inflamación, tuve
que ponerme las medias, no es solo esto, tengo la mente como adormecida y
acolchada, la verdad es que no tengo ganas de hacer nada pero, he de cumplir
con mi penitencia y confiar que es él quien me ha ordenado hacer esto y quien
me ha de ayudar, confió en Ti y se que no me he de sentir abandonado.
Cuando pienso
en el perdón, pienso en Ti Señor, porque eres el prototipo del Amor y de la Misericordia sin límite; tu Amor todo
lo envuelve y tu Misericordia acoge y diluye todas nuestras faltas; Tú,
solamente deseas ardientemente que no nos detengamos en calificar o cualificar las
debilidades de los demás que son el reflejo de nuestras propias miserias, Tu
quieres que “echemos pelillos a la mar”
y olvidemos, no importan las miserias que provocaron nuestras caídas ni cuantas
veces caigamos, lo verdaderamente importante es levantarse cuantas veces sean necesario
y caminar sin descanso, dirigiendo nuestros pasos hacia el encuentro con Tigo
Señor, eso es lo verdaderamente importante, caminar hacia Ti.
Tú ya redimiste
nuestras culpas, es hora de dejar de mirar y condenar las debilidades de
nuestros hermanos, fijémonos en nosotros mismos, perdonémonos y perdonemos a
todos, avancemos más e incluyamos también a aquellos que dicen ser nuestros
enemigos, amémosle en el Señor.
¿Porqué digo todo esto?. Según el
evangelio, el espíritu de Dios mora en nosotros, por tanto, somos hermanos en
el espíritu; yo he de vivir en Cristo, y si a través de mí vive y actúa Cristo,
he de suponer que el espíritu de Dios vive y actúa en los demás en mayor o
menos grado según la conciencia de cada cual. Nadie tiene derecho a juzgar a
nadie, creo que “ni el mismísimo Dios
nos juzga”, son nuestros propios actos los que nos juzgan ante la Ley Divina,
por su infinita bondad y misericordia él solo nos acoge y perdona. Él nos
conoce mejor que nadie ya que vive o existe en nuestro interior, ningún recoveco
de nuestro profundo y oculto yo queda oculto a su conocimiento, por eso nadie
más que él sabe el porqué de las cosas que pensamos, decimos o hacemos.
Si el Señor me
ha perdonado por amor y misericordia, ¿Quién
soy yo para no perdonar a mis hermanos?, ¿Porqué criticarle y hundirle más en
sus debilidades?, ¿quién soy yo o qué derecho tengo sobre los demás?, solo
tengo el derecho y el deber de juzgar mis propios pensamientos y actos para rectificar
mi proceder.
Amemos a
nuestros hermanos y amémonos a si mismo como Dios nos Ama, nada tenemos que
reprochar, condenar o perdonar a nadie, ese no es nuestro cometido, solo hemos
de amar a Dios con todo nuestro corazón, con nuestra alma y con nuestra mente,
y amemos a nuestros prójimos como así mismo. Esto es lo que quiere y espera
Dios de nosotros.
Cuando amamos no necesitamos perdonar nada porque el amor lo suple todo, lo allana todo, lo tolera todo, será por eso que se dice que “el amor es ciego”, pues seamos ciegos en el Amor y seremos todo Amor, si alcanzásemos esto, en tal caso estaríamos sumergidos en Dios, olvidemos las culpas que nos puedan conducir al perdón, olvidemos el perdón porque, si nos sumergimos en el Amor no será necesario el perdón.
Cuando amamos no necesitamos perdonar nada porque el amor lo suple todo, lo allana todo, lo tolera todo, será por eso que se dice que “el amor es ciego”, pues seamos ciegos en el Amor y seremos todo Amor, si alcanzásemos esto, en tal caso estaríamos sumergidos en Dios, olvidemos las culpas que nos puedan conducir al perdón, olvidemos el perdón porque, si nos sumergimos en el Amor no será necesario el perdón.
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