Fiesta
de la exaltación de ….
02-09-2014
No me gusta pensar en el sacrificio ni
en el dolor, es posible que durante toda mi vida ambos no se han separado ni un
milímetro de mi, pero, pensar y reflexionar sobre la pasión y muerte de Jesús
es algo que reconozco pero, no me agrada nada el recrearme en ello como lo han
hecho grandes santos y personas que dedicaron su vida Dios.
Hoy en Valdepeñas de Jaén celebramos el
día grande de sus fiestas dedicado a Cristo crucificado, bajo la advocación del
“Santísimo Cristo de Chircales”, escena pintada en un lienzo que representa a Cristo
crucificado con su madre y el discípulo amado.
Como es la tradición, gran afluencia le
acompaña en su entrada a esta ciudad, se respira ambiente de fiesta, devoción y
gran número de asistente sienten regocijo al ver llegar el icono que representa y
une como una piña en torno del venerado lienzo a un pueblo que en esos momentos
olvidan sus afiliaciones políticas, de barrio o cofradías para mirar y rezar
por sus familias y necesidades.
Pasado dos meses de estancia ha de regresa a
su ermita situada en el paraje de Chircales de cuyo lugar acoge el nombre de su
advocación, todo vuelve a lo que es la sociedad de hoy, no es necesario ver ni
pensar como se vive hoy día, casi de espalda a una fe que cada día es mas débil
y superficial.
Presiento algo parecido a un masoquismo
que se regocija en imágenes de vírgenes con puñales (de dolor) clavados en sus
pechos o, de cristos azotados,
humillados, crucificados y hasta muertos, todos altamente revestidos de
alfombras y mantos de flores y atalajes de múltiples joyas, bordados y
ornamentos de oro y plata.
Teatro y más teatro, y lo sorprendente es que en
algunos lugares solo sacan una imagen de talla del resucitado, ¡que
pena! de este puro teatro, claro …., es el negocio del año, se llenan de
curiosos los templos, las calles y…. ¿Donde la penitencia?… buen vino y grandes y ricas
comidas en restaurantes, bares y tascas, ¿para esto vino Jesucristo?, corrupta
fe, corrupta jerarquía eclesial apegadas a prebendas que aún quedan y al buen
vivir, son los principales responsable de este entuerto torpe y ciego.
Jamás deberíamos olvidarnos de la pasión
y muerte de Nuestro Señor, pero de ahí a hacerlo centro y fundamento de una fe,
es algo equívoco, el énfasis hay que ponerlo en el misterio de la Encarnación
del Verbo, su vida y sus obras que nos lleva a la gloriosa resurrección por la
inevitable pasión y muerte que, solo fueron unos medios para que la luz brille
en la Palabra y mediante la resurrección vencer a la muerte y muerte de cruz.
A Nuestro Señor Jesucristo hay que
amarlo y verlo en su integridad, Él vino para mostrarnos el camino de redención
y salvación; Él siendo Dios, se encarnó o se revistió de hombre para indicarnos
lo que hemos de hacer para que, a semejanza de Él podamos aceptar nuestra cruz,
sufrir nuestra pasión para lograr la muerte de nuestro ego, muriendo así mismo
sin vivir en si para que Cristo viva en nosotros y a través de nosotros.
Muriendo a nosotros mismos, nuestro
espíritu libre de toda atadura, resucitará a la vida eterna y nos integraremos
en el UNO ya desde esta vida porque así se alcanza el Reino de Dios en la
tierra, el cual viene a nosotros y nos conduce al paraíso para gozar con Él y en
Él en unión con Dios Padre y de su Espíritu hacedor.
También hay que recordar que Cristo es:
la Luz que da conocimiento, la Sal que da sabor y conserva, es camino que
conduce a saber y entender cual es la voluntad del Padre, es el Agua que calma la sed del espíritu, es nuestra
fortaleza y nuestro refugio, es nuestro hermano y guía conduciéndonos con amor
y por amor al AMOR, etc. etc.
Yo
destacaría sobre todo el amor de Dios a los hombre, por amor se encarno en la
persona de Jesús, Dios nos ama tanto que se dio así mismo para que nos unamos a
su voluntad y nos integremos en Él, porque nosotros formamos parte de su obra
mas querida y, Él quiere vivir como lo
que Es a través de nosotros, esto no quiere decir que seamos Dios, sino que
Dios vive a través de nosotros. Esta conjugación de palabras no es mas que un
símil de una realidad que nuestros lenguaje no puede ni tiene medios de
expresión, es algo así que solo se llega a entender por la luz que Dios nos da
por su gracia y amor.
Jesucristo vino como “la luz del mundo”
que nos quiere conducir a la “LUZ” del Padre, y todo ello revestido con el
amor, y como el nos dijo: 1 “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente”, 2 “y Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En esto del amor no existen excepciones,
si desprecia a un solo ser humano por la razón que sea y dices que amas a Dios,
eres un blasfemo y un embustero porque, está despreciando a ese Cristo o Dios
que vive dentro de cada ser humano, también podemos decir que Cristo vino a
este mundo para que lo descubramos en el interior de cada “hombre” y así,
amemos a Dios en los hombres y también se amará a si mismo como Dios en
nosotros.
Según el evangelio, Jesús oraba con
frecuencia al Padre, en estos tiempos los cristianos no oramos con frecuencia
o, no sabemos orar, si me consta que somos aficionados a hacer promesa a cambio
de intereses nuestros y si estos no se cumplen “echamos los santos a rodar”
como vulgarmente se oye decir. Por desgracia, la oración es hoy casi un “toma y daca”.
Hemos de buscar a Dios y acercarnos a Él
mediante la oración “contemplativa” o la oración de “quietud”. Esta oración ha
de hacerse principalmente en el templo más sagrado y perfecto hecho por Dios,
como dice san Pablo: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo vivo de Dios y el
Espíritu Santo mora en vosotros?, oremos recogidos cómodamente y en silencio en
lo más hondo y recóndito de nuestro ser, allí está para que encontremos, la
esencia del Ser.
Una vez encontrado dejaremos de ser para
que, Él se manifieste a través nuestro, convirtiéndonos en canalizadores de
Dios en nosotros. Esta es la voluntad de Dios para con nosotros, él nos regala
la paz y el amor que nos da el Reino de Dios, este es su reino, y nuestro
también, para esto si se puede decir que Cristo vino al mundo, para enseñarnos
a amar y a morir a sí mismo por amor a Dios y a nuestros hermanos. Quien muere
en Cristo, resucita con Él y en Él.
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