Junto
a Ti caminaré
06-12-2014
Después
de estos dos días uno negro y el otro blanco (negro por el cólico nefrítico que
ha quedado inconcluso hasta que la piedra nuevamente se mueva…), blanco por el
día de alivio y descanso, ahora doy gracias y mas al sentirme como un jabato
envalentonado.
Esta
mañana, la lectura fue el salmo 56, me ha llamado poderosamente la atención los
versículos siguientes:
13 Te debo, Dios mío, los votos que hice, los
cumpliré con acciones de gracias;
14 porque libraste mi alma de la muerte, mis pies de la caída, para que camine en
presencia de Dios, a la luz de la vida.
Como
un flas ha venido a mi mente aquellos votos de pobreza, obediencia y castidad que
un día prometí en aquel Carmelo que no supo enseñarme su espíritu o que no supe
entenderlo, de todas formas, con más o menos acierto engendró otro voto
sustitutivo el cual aceptaste porque siempre ha estado en mi mente y Tú me has
dado lo acordado.
Señor,
tú no pero yo si necesito recordarlo, cuando te dije: “quisiera ser un buen
padre de familia y no un mal fraile”. Te ofrecí el cambio de los votos por una
vida donde no faltara el sacrificio y el dolor. Muchas veces he pensado que,
hice mal el trato, que me pillaste la palabra y desde entonces cuantas veces me
has dado bien y donde mas me dolía, unas veces en mi orgulloso ego y otras en
mis hijos porque, a mi mujer ya la escogí estando enferma.
Creo
que a pesar de todo fue un buen trato, de haber seguido creo que me hubiera
acomodado como los que conocí y he conocido a lo largo de los años, comidos,
bebidos y de vez en cuando como se suele decir “una canita al aire”, de todo
menos entregarse a una vida austera entregado a la oración en espíritu y lleno
de amor fraterno como los que he tenido la suerte de vivir por unos días a principio
de enero de 2012 y a ultimo de junio del mismo año en el monasterio de
carmelitas descalzos de San José de las Batuecas.
Ahora,
trato de vivir esos votos con una pobreza de no desear lo superfluo e
innecesario; una obediencia a la voluntad de Dios, espero saberla ver, intuir o
percibir y una castidad más allá de la sexual, pureza de acciones, pensamientos
o deseos. Para ello he de tomar una determinación y en ello estoy de vivir y
caminar el la presencia del Señor.
Desde
ya, no ha de haber descanso, caminar es vivir, seguir adelante es moverse y
abrir camino oteando el horizonte. Quedarse quieto no es vivir, es pasividad,
estancamiento y muerte. Tampoco es vivir el ir corriendo, sin saber que estamos
atropellando y sin dar tiempo para ver lo que son.
Mantener
mis pies en contacto con la tierra es caminar, como también lo es el tener mis
ojos abiertos al vivo paisaje, mis pulmones llenos de aire nuevo a cada paso,
mi piel alerta al saludo del viento. A cada instante estoy del todo donde
estoy, y del todo moviéndome al instante siguiente en el flujo constante que es
la vida.
Caminar es el deporte más agradable en
la vida, porque vivir es la cosa más agradable del mundo. Mi caminar es caminar
contigo, Señor; a tu lado, en tu presencia y a tu paso.
Quiero que mi vida sea un caminar
constante en la presencia del Señor: eso es lo que quiero que sea mi vida. El
lujo exquisito del paso reposado, la tradición perdida de andar por andar, la
compañía silenciosa, la común dirección, la meta final. Caminar contigo. De la
mano, paso a paso, día a día. Sabiendo siempre que tú estás a mi lado, que
caminas conmigo, que disfrutas mi vida conmigo. Y cuando pienso y veo que tú
disfrutas mi vida conmigo, ¿cómo no la voy a disfrutar yo mismo?
«Me has salvado de la muerte, para
que camine en tu presencia a la luz de la vida». Seguiremos caminando,
Señor.
Padre, alabamos tu promesa de salvación y confiamos
en ti; ayúdanos para que caminemos en tu presencia a la luz de la vida. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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