Conversión
25-02-2015
En estos días, todas las lecturas de la
liturgia rondan en torno a la “conversión”,
para que sea real y efectiva hemos de subirnos en los carro del ayuno, del arrepentimiento y de la penitencia.
Jesús nos pide continuamente la conversión,
desde mi punto de vista no ha de ser entendida como antaño se hacia, todo ha
cambiado mucho y seguirá cambiando, nosotros hemos de adaptarnos conforme a los
nuevos tiempos.
Nuestra “conversión” debe de comenzar por escuchar y prestar atención a la
Palabra de Dios, el oír no es suficiente, “escuchar”
es empaparte bien de lo que estas oyendo, es mirar atentamente a los ojos de
quien reclama tu atención, es, sentir palpitar tu corazón, es dar vida dentro
de ti a esas palabras que te emocionan y te llenan de energías para que queden
grabadas en tu mente, es como la semilla que al sembrarla cae en tierra
labrada.
Conversión es, aferrarnos a la nueva
vida que nos inyecta la Palabra de Dios, viviéndola con y desde el amor, es
dejarnos llenar de Cristo mediante la acción silenciosa del Espíritu Santo para
que unidos al Hijo glorifiquemos al Padre Eterno. Es, abrazarnos con amor nuestra cruz de cada día y seguir los pasos
del Maestro.
Conversión es, amar a Dios sobre todas
las cosas y amándolo también en todos cuanto ha creado pues, en ellas se
reflejan su poder, saber y su gloria, porque Él llena e impregna todo cuanto
existe.
Para que la nueva vida que nos transmite
la Palabra de Dios tenga cabida y arraigo en nuestra vida, hemos de poner “filtros” a nuestros cinco sentidos. La
vida que adquirimos por la Palabra afecta primordialmente a nuestra vida
espiritual, esta nueva vida enraizada a su vez realiza cambios muy positivos en
el quehacer de cada día.
Conforme el espíritu de Dios toma cuerpo
en nuestra alma, esta fuerza transformadora hace cambios, nos llenamos de Dios
y, nuestro ego queda aparentemente expulsado o relegado sin opción alguna; ojo
a esta apariencia del ego, no quiero decir que haya desaparecido por completo,
siempre quedan restos o raíces a los cuales no se les deben de dejar olvidados.
Nuestros sentidos son las puertas por
donde penetran todo alimento que nutre nuestro ser, hemos de saber que todo
alimento no es apto para un buen desarrollo tanto material como espiritual.
Para evitar intoxicaciones hemos de utilizar los filtros adecuados.
El método mas efectivo y usado desde
tiempo inmemorial es el “filtro del ayuno o abstinencia”, es aconsejable usarlo
de forma equilibrada y justa, si es en exceso puede perjudica al cuerpo al cual
tenemos el deber de cuidar; la acción de ayunar debe de llevar implícito el propósito
del arrepentimiento o rectificación.
Hay que “ayunar” para desintoxicarnos de
todas los excesos que cometemos cada día, no solo en el comer y beber, existen
otras muchas intoxicaciones como algunos de estos ejemplos que afectan a:
Vista y oído – Hemos de seguir restringiendo todo lo referente a cuanto se ve
y se oye en la vida diaria que afecta a la moral cristiana o que pertenezca a
la ley natural, aparte de lo tradicional se ha de prestar una atención especial
a todo tipo de medios audiovisuales incluida la Tv y la radio, más las consolas
y todo tipo de maquinitas de juegos que crean adición incluidos los móviles, todos los existentes
en el mercado para adultos y niños, no todo lo que se ve y se oye por estos
medios es sano para la salud mental y espiritual. Por eso hay que aplicar el
filtro de la abstención en relación al tiempo de su uso y de su contenido.
Esto no es un tratado de conducta ni una
regla de moralidad, esto es una breve mirada sobre lo que nos acecha hoy día y
las dificultades para no caer en las redes que apresan y ahogan a la humanidad;
para poder recuperar nuestra libertad en el más amplio sentido de la palabra y
ser uno mismo, tenemos que desintoxicarnos de todo aquello que nos esclaviza.
Comenzaremos por enumerar algunos de los
beneficios que recibiremos por practicar selectivamente el ayuno o la
abstinencia de los sentidos:
Primero,
nos liberará del estado de embriaguez al cual nos tienen sometidos los poderes
y los deseos mundanos.
Segundo,
nos clarificará la mente y así podremos pensar y actuar con plena libertad.
Tercero,
seremos hombres libres y en aptitud plena de acoger la semilla sembrada en
tierra preparada para la simienza de la Palabra de Dios.
Cuarto,
ser llamados hijos del Altísimo1, por razón de nuestros esfuerzos y
apoyado por la gracia de Dios.
1 Juan 1,12-13
12 Pero a todos los que
le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, nota
13 los cuales nacieron no de sangre,
ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad de varón, sino de Dios
nota [Cuando
recibimos la Luz y la Palabra en nuestros corazones como Jesús hablándole y revelándole
las cosas de Dios, nosotros lo habremos recibido y nos habremos identificados
como Jesús."]
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