Síntesis
del Evangelio
San Pablo resumía el Evangelio como la predicación de la cruz (1 Cor 1,17-18). Por eso el Santo
Padre y los grandes misioneros han predicado el Evangelio con el crucifijo en
la mano: "Así mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan
sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los
judíos (porque para ellos era un símbolo maldito) necedad para los gentiles
(porque para ellos era señal de fracaso), mas para los llamados un Cristo
fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor 23-24).
Hoy hay muchos católicos que, como los discípulos de Emaús, se van
de la Iglesia porque creen que la cruz
es derrota. A todos ellos Jesús les sale al encuentro y les dice: ¿No era
necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Lee: Lucas
24, 25-26. La cruz es pues el camino
a la gloria, el camino a la luz. El que rechaza la cruz no sigue a Jesús. Lee: Mateo 16, 24
Nuestra razón, dirá Juan Pablo II, nunca va a poder vaciar el
misterio de amor que la cruz
representa, pero la cruz sí nos puede dar la respuesta última que todos los
seres humanos buscamos: «No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de
la Sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de
salvación» (JP II, Fides et ratio, 23).
VIVIR
SEGÚN LA CRUZ
La Cruz como todo
gesto simbólico, todo signo, pueden ayudarnos a entrar en comunión con lo que
simboliza y significa, que es los importante. Pero también puede ser un peligro
si nos quedamos en la pura exterioridad. Cuando un signo se convierte en gesto
ritual y rutinario, ya no significa nada ni nos conduce a nada.
Por tanto, cuando hacemos la señal de la cruz sobre nosotros mismos, si no lo
hacemos con la fe debida, puede convertirse en un gesto mecánico que no nos
dice nada y que no parece indicar que comporte una auténtica fe en su
significado.
Al colocar una cruz en nuestra casa, o cuando hacemos
la señal de la cruz al empezar la
Eucaristía o al recibir la bendición final, deberíamos dar a nuestro gesto su
auténtico sentido y “gloriándonos en la Cruz de Nuestro Señor Jesús”. La cruz debe ser un signo de nuestra alegría por sentirnos salvados
por Cristo, dejándonos abarcar, consagrar y bendecir por ella.
San Pablo en su carta a los
Gálatas 6:14 nos dice: “Pero
lejos esté de mí el gloriarme sino en la
cruz de nuestro Señor Jesucristo, por
medio de quien el mundo me ha sido crucificado a mí y yo al mundo”.
Más aún, la señal de la cruz debe
ser un compromiso, porque la Cruz es
el mejor símbolo del estilo de vida que Cristo nos enseñó y que nos invita a
recorrer: “Si alguien quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz
y sígame” (Mateo 16:24).
Hemos reconocer en la
Cruz todo su contenido, para que no sea un símbolo vacío, y entonces sí
será un signo que continuamente nos alimente la fe y el estilo de vida que
Jesús nos enseñó.
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