viernes, 11 de septiembre de 2015

ASCÉTICA II



ASCÉTICA  II

TOMA TU CRUZ Y SIGUE A JESÚS


"El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí" (Mt 10.38), dice el Señor. El da a cada uno sus cruces. Hay que asumir con dignidad y valentía las cruces de la honestidad, la sinceridad, el compromiso, el sacrificio, el ser mejor, el mantenerse firme en la fe y la fidelidad y no tirarlas en el camino de la vida. Los pueblos más fracasados, que menos resurgen, son aquellos que dejan tiradas sus cruces en el camino. Esas cruces abandonadas y tiradas miden la poca calidad de un pueblo y también de una persona. Por eso Cristo dice que el que quiera salvar su vida que tome su cruz y lo siga. 

En el Evangelio de San Mateo 10.37-39: dice el Señor:
37El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. 38El que no toma su cruz y sigue en pos de mí no es digno de mí. 39El que halla su vida la perderá, y el que pierde su vida por mi causa la hallará”.

En este interesante relato, Cristo pone la prueba máxima. (El primer amor, el más grande y el más importante es el amor de Dios. No hay nada que pueda igualarlo). Si tu, por amar a tu padre o a tu madre, a tu hijo o tu hija, a tu esposo o a tu esposa, deja de amar a Dios y lo pone en segundo lugar no eres digno de El.
Jesús dice que el que ame su vida la perderá y el que la pierda por Su causa la salvará. ¿Quién es el que pierde la vida por causa de Cristo? Pues aquel que diariamente se consume en servir a Cristo Jesús constituyendo un matrimonio honrado, siendo un padre fiel, un hijo respetuoso y obediente. Aquel que trabajar por el reino y para mayor gloria de Dios, que se hace misionero o que en su parroquia, comunidad o grupo de oración es fiel a los compromisos, ya sea laico, sacerdote o religioso/a. ¿Quiénes son esos que pierden su vida por Cristo?. Los que son fieles a la Palabra; los que se mantienen firmes en la fe y que prefieren dejar aquello que parece bueno pero que no es lo mejor para seguir a Jesús. Aquellos que todos los días cumplen humildemente sus compromiso de ser auténticos cristianos, dejando atrás lo malo y cumpliendo los mandamientos de Dios;. Eso es lo que significa asumir la cruz de Cristo. La cruz de Cristo es camino salvífico. 
¿Quiere ser de Jesús? Toma su cruz de cada día, sube al calvario de tu vida, déjate clavar en la cruz por amor, sigue a Cristo y así tú será santo, para la mayor gloria de Dios. 
Hermanos, por la Palabra del Señor se nos ha ido revelando lo que es el misterio de la cruz. Se fiel en el seguimiento del camino emprendido. Ama tu cruz de cada día y no la suelte por nada ni por nadie; No olvide que tú no lleva todo el peso de la cruz. La cruz parece muy pesada, pero realmente no lo es tanto porque el Señor lleva gran parte del peso. A la hora de la verdad, tú lleva sólo un pedacito y la mayor parte la lleva Cristo. Pero si tú suelta el pedacito que te corresponde, la cruz se cae. Si tú no ha caído, solamente es porque El te está ayudando siempre a cargar tu cruz. Pero el Señor no quiere que suelte el peso que te corresponde a ti de esa cruz y que te llevará a la salvación. 
Aunque no lo entienda muy bien, da gracias a Dios por las cruces. Ama las cruces y no las suelte nunca, aunque no te gusten. Toda cruz, aún la menos deseada, la que más te disgusta, es camino de salvación. Tú te está perfeccionando gracias a las cruces que carga con amor. Las cruces te van a salvar. Las cruces más salvíficas y las que más te pueden ayudar a ser santo son las que Dios te impone. . Si asume la cruz con gallardía, dignidad y fuerza en el Espíritu, ésta se convierte en camino de salvación. El Señor, pues, bendice a todos con las cruces que necesitan, no las que cada persona desea escoger.
 La historia de nuestro Señor Jesucristo puede verse como un fracaso. Pero de su "fracaso" brotó el éxito y esa es la gran lección de la Cruz de Cristo. Del aparente fracaso de Jesús, que fue Su muerte en la Cruz, brotó el mayor triunfo: Su Resurrección que venció a la muerte. Esta es la invencibilidad de Dios. Por su triunfo sobre la muerte, Dios es y será siempre . . . ¡INVENCIBLE! 


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