ASCÉTICA II
TOMA TU CRUZ Y SIGUE A JESÚS
"El que no toma su cruz
y sigue en pos de mí no es digno de mí" (Mt 10.38), dice el Señor. El
da a cada uno sus cruces. Hay que asumir con dignidad y valentía las cruces
de la honestidad, la sinceridad, el compromiso, el sacrificio, el ser
mejor, el mantenerse firme en la fe y la fidelidad y no tirarlas en el camino
de la vida. Los pueblos más fracasados, que menos resurgen, son aquellos que
dejan tiradas sus cruces en el camino. Esas cruces abandonadas y
tiradas miden la poca calidad de un pueblo y también de una persona. Por eso
Cristo dice que el que quiera salvar su vida que tome su cruz y lo
siga.
En el Evangelio de San Mateo 10.37-39: dice el Señor:
“37El que ama a padre o a madre más que a mí no es digno de mí, y el que
ama a hijo o a hija más que a mí no es digno de mí. 38El que no toma
su cruz y sigue en pos de mí no es
digno de mí. 39El que halla su vida la perderá, y el que
pierde su vida por mi causa la hallará”.
En este interesante relato, Cristo pone la prueba máxima. (El primer amor, el más grande y el más
importante es el amor de Dios. No hay nada que pueda igualarlo). Si tu, por
amar a tu padre o a tu madre, a tu hijo o tu hija, a tu esposo o a tu esposa,
deja de amar a Dios y lo pone en segundo lugar no eres digno de El.
Jesús dice que el que ame su vida la perderá y el que la pierda por Su
causa la salvará. ¿Quién es el que pierde la vida por causa de Cristo? Pues
aquel que diariamente se consume en servir a Cristo Jesús constituyendo un
matrimonio honrado, siendo un padre fiel, un hijo respetuoso y obediente. Aquel
que trabajar por el reino y para mayor gloria de Dios, que se hace misionero o
que en su parroquia, comunidad o grupo de oración es fiel a los compromisos, ya
sea laico, sacerdote o religioso/a. ¿Quiénes son esos que pierden su vida
por Cristo?. Los que son fieles a la Palabra; los que se mantienen firmes
en la fe y que prefieren dejar aquello que parece bueno pero que no es lo mejor
para seguir a Jesús. Aquellos que todos los días cumplen humildemente sus
compromiso de ser auténticos cristianos, dejando atrás lo malo y cumpliendo los
mandamientos de Dios;. Eso es lo que significa asumir la cruz de Cristo.
La cruz de Cristo es camino salvífico.
¿Quiere ser de Jesús? Toma su cruz de cada día,
sube al calvario de tu vida, déjate clavar en la cruz por amor, sigue a
Cristo y así tú será santo, para la mayor gloria de Dios.
Hermanos, por la Palabra del Señor se nos ha ido revelando lo que es el
misterio de la cruz. Se fiel en el seguimiento del camino emprendido.
Ama tu cruz de cada día y no la suelte por nada ni por nadie; No olvide
que tú no lleva todo el peso de la cruz. La cruz parece muy
pesada, pero realmente no lo es tanto porque el Señor lleva gran parte del
peso. A la hora de la verdad, tú lleva sólo un pedacito y la mayor parte la
lleva Cristo. Pero si tú suelta el pedacito que te corresponde, la cruz
se cae. Si tú no ha caído, solamente es porque El te está ayudando siempre a
cargar tu cruz. Pero el Señor no quiere que suelte el peso que te
corresponde a ti de esa cruz y que te llevará a la salvación.
Aunque no lo entienda muy bien, da gracias a Dios por las cruces.
Ama las cruces y no las suelte nunca, aunque no te gusten. Toda cruz,
aún la menos deseada, la que más te disgusta, es camino de salvación. Tú te
está perfeccionando gracias a las cruces que carga con amor. Las cruces
te van a salvar. Las cruces más salvíficas y las que más te pueden
ayudar a ser santo son las que Dios te impone. . Si asume la cruz con
gallardía, dignidad y fuerza en el Espíritu, ésta se convierte en camino de
salvación. El Señor, pues, bendice a todos con las cruces que necesitan,
no las que cada persona desea escoger.
La historia de nuestro
Señor Jesucristo puede verse como un fracaso. Pero de su "fracaso"
brotó el éxito y esa es la gran lección de la Cruz de Cristo. Del
aparente fracaso de Jesús, que fue Su muerte en la Cruz, brotó el mayor
triunfo: Su Resurrección que venció a la muerte. Esta es la invencibilidad de
Dios. Por su triunfo sobre la muerte, Dios es y será siempre . . .
¡INVENCIBLE!
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